Querido diario, mi hija es Z

(La verdulera)

Mi hija es de la generación Z. Hoy me lo ha contado una clienta mientras le envolvía las alcachofas. Ella también tiene un hijo de esta generación. Antes los llamábamos los milenials porque a lo máximo que aspiraban era a un salario de mil euros, pero esa era la generación anterior, la Y. La de mi hija no llega ni a eso. Son aún más invisibles, aunque están todo el día conectados entre ellos. Las telefónicas la llamaban generación muda porque no hablaban por teléfono, escribían malamente por wasap y Facebook. Pero ahora con el reconocimiento de voz, también mandan mensajes orales. Han vuelto a hablar, pero con una computadora.

Mi clienta me ha confesado que su hijo no tiene autoestima ni ambición. No confía en encontrar trabajo ni en tener casa propia. Se considera inferior en todo a sus padres. Aunque están siempre conectados entre ellos no conectan muy bien con la realidad y tienen los sentimientos de todos los jóvenes de su edad: soledad, fragilidad y rechazo. Me preocupan porque son tres millones, un 8% del electorado. Más de un millón de ellos van ahora a votar por primera vez y ya están decepcionados con los políticos y con los partidos. Por eso, si no se abstienen, también puede que acaben votando a algo tan diferente como PACMA o VOX.

Mi hija me recuerda a Greta, la joven sueca de 16 años que a través de internet ha sacado a la calle a más de un millón y medio de adolescentes de todo el mundo para exigir a los adultos que paren la mayor crisis de la humanidad: el cambio climático: “Si el planeta fuese un banco ya lo habrían rescatado”. Pero en Madrid, en el barrio de Usera, uno de los distritos con mayor presencia de la emigración, también la semana pasada un estudiante de 16 años fue detenido tras el suicidio de su compañero de clase al que acosaba. En el mismo centro, hace cuatro años, ya se había suicidado una chica tras sufrir otro acoso escolar por parte de otro estudiante, y puede que intervinieran motivos xenófobos.

Así que será cuestión de hablar seriamente con ellos, porque si ellos son invisibles quizá nosotros estamos ciegos. Quizá los que no conectamos bien con la realidad somos nosotros.

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