Emprendo un viaje de trabajo que no sé qué me deparará, pero aún pienso en la movilización feminista de ayer y me pregunto qué he hecho yo, un hombre que se tiene por progresista, por la igualdad de las mujeres.
Es curioso, pero me he indignado más por la muerte de negros a manos de la policía estadounidense que por las mujeres asesinadas en mi país; incluso he leído más sobre el movimiento de los Black Panther o la lucha de Martin Luther King de tiempos ya remotos, que por el feminismo de aquellos años o de los actuales.
Y hoy, por estos áridos campos de España que atravieso en tren, veo clara la respuesta: entender el feminismo me habría obligado a cambiar mi propia mi vida; habría tenido que renunciar a privilegios no escritos de los que he disfrutado desde que nací. En ese sentido, no puedo sino sentirme avergonzado; mi ceguera no era inocente, simplemente, era egoísta.
El detective.