Para entender a Pasolini
Para entender bien las contradicciones de Pasolini, hay que recordar que pasa su primera infancia con su madre en Friuli (al norte de Venecia y Trieste), de donde le vendrá su apego a la tierra, al campesinado y a la fe cristiana. Con 26 años había ingresado en el PCI, pero en seguida se comprobará que es un comunista fuera del partido, aunque nunca criticó el marxismo. En 1957 publica Las Cenizas de Gramsci y en el 61 La Religión de mi tiempo. Sus dos grandes libros de poesía civil. En ellos ajusta cuentas con Gramsci, el fundador del partido comunista italiano, que había muerto en la cárcel en 1937 y desde entonces se había convertido en un referente de la historia intelectual de la izquierda. Ya en 1957, la historia de Italia es la excusa para hablar de su propia desilusión política. Pasolini dialoga con la tumba del intelectual marxista. Gramsci está enterrado en el cementerio protestante de Roma, no lejos de la del poeta Shelley.
Inventor del cine mientras rodaba Accattone, en 1962 escribe y dirige Mama Roma (ciudad en la que abandona su concepción friulana elitista para sustituirla por el mundo suburbano de los pobres arrabaleros romanos) El Evangelio Según Mateo en el 64, Pajaritos Pajarracos en 1966 y Teorema en 1968. En los 70 la Trilogía de la vida con El Decamerón. Y en el 75, Saló o los 120 días de Sodoma, donde además de explorar los límites del sadismo, no solo critica al fascismo del pasado sino del futuro.
A finales de los 60, Pasolini pretende testimoniar el final de toda una civilización que está en una lucha agonizante por sobrevivir. Nostálgico de Friuli y de su infancia en la tierra cultivada, constata la desaparición de la dimensión artesanal y la extinción del mundo campesino. La izquierda del siglo XX tuvo que desarrollar una apologética para comprender la decepción histórica y mantener viva la esperanza. La llamada civilización del progreso también era una sociedad de miedos, ansiedad y resentimiento. Su esfuerzo fue tratar de entender su presente sin autoengaño, puesto que había aprendido que finalmente las ideologías inspiraban mentiras. Por lo que solo le quedaba conjurar un mundo perdido, elevar su cántico a la Atlántida perdida.
Pasolini habla de los napolitanos frente a los romanos. Los primeros son la resistencia frente al nuevo poder, una raza a extinguir, como los beduinos, que rechazan la historia y la modernización. “Los napolitanos han decidido extinguirse, permaneciendo hasta el final, irrepetibles, irreductibles”. Frente a ellos los romanos, narcisistas, incapaces de que adquieran una conciencia social.
Juzga como colonial el milagro económico italiano de posguerra: “el bienestar es un asunto privado de la burguesía milanesa y turinesa”, cuyo reverso se encuentra en la miseria del sur que comienza en los arrabales romanos. Este neocapitalismo radicaliza la división de la Italia del norte y el sur.
Jóvenes y comunistas
Este personaje contradictorio, insatisfecho y al límite, fue criticado por izquierdistas y biempensantes ortodoxos. Defensor de la castidad de la mujer, se pronuncia explícitamente contra el aborto, contra los jóvenes de pelos largos. Censura reiteradamente a estos jóvenes de extrema izquierda. Por ejemplo, respecto a las manifestaciones del 68 en Roma. Publica el poema ¡¡EL PCI a los jóvenes¡¡ donde se alinea no con la institución de la policía sino con los policías frente a los estudiantes burgueses:
“Los jóvenes del 68 ya suministraron un modelo de desobediencia, que ahora solo vale en realidad para los delincuentes comunes, que componen una autentica masa. La destrucción es en definitiva el signo dominante de ese modelo de falsa desobediencia en que consiste ahora la obediencia de siempre”. “De palabra, la juventud rechaza en efecto esa estandarización del hombre. Pero, en sustancia, utilizan contra el neocapitalismo unas armas que llevan en realidad su marca de fábrica y que solo consigue reforzar su propia hegemonía. Creen romper el círculo y no hacen más que reforzarlo”, afirma en El sueño del centauro. Conversaciones con PPP (Barcelona. Anagrama, 1971).
El 28 de agosto del 75 publica en il Corriere della Sera un escrito que más tarde engrosaría los textos de Cartas luteranas:
“En toda la historia de la humanidad creo que a pocos hombres les ha tocado vivir en pocos años cambios más radicales que los que han vivido los italianos adultos desde finales de los años 60 hasta hoy”
“A mí me ha tocado ver, por ejemplo, cómo la más simpática juventud de Italia se convertía en la más odiosa. A excepción de todos los jóvenes inscritos en el PCI, me atrevería a decir que el conjunto de la juventud proletaria y subproletaria de Nápoles sería la excepción a la regla”.
Censura la regla de millones de jóvenes italianos que era la degradación. Y en Roma de un modo intolerable. “Los jóvenes que se han formado en este periodo de falso progresismo y de falsa tolerancia están pagando esta falsedad del modo más atroz. Aquí están, con una ironía imbécil en los ojos, un aire estúpidamente satisfecho, un vandalismo ofensivo y afásico”.
Retrata la sociedad italiana de su época y de su futuro a través de los habitantes de la ciudad de Bolonia, ciudad de tradición comunista que ya se ha desarrollado en la transición a las nuevas normas del consumismo: “de aspecto y de mentalidad son retrasados, pero en cambio son muy avanzados en la aceptación cínica del nuevo curso del poder, o sea, de los nuevos modos de producción”
Sabedor que va a ser tildado de reaccionario, explica que uno de los temas más misteriosos del teatro griego clásico es que los hijos están predestinados a pagar las culpas de los padres. “No importa que los hijos sean inocentes y piadosos: si sus padres han pecado deben ser castigados”.
“No me cabe la menor duda de que todo es culpa mía. En tanto que padre. Uno de los padres que se ha hecho responsable, primero, del fascismo, después, de un régimen clerical fascista fingidamente democrático, y que, por último, han aceptado la nueva forma del poder consumista, la última de las ruinas”. Y recuerda al coro ateniense cuando afirma que los hijos deben pagar las culpas de los padres. Pues los hijos que no se liberan de las culpas de los padres son infelices, y no hay signo más decisivo e imperdonable de la culpa que la infelicidad.
Los únicos que todavía se baten por una cultura diferente proyectada hacia el futuro son los jóvenes comunistas. Pero no sabe durante cuánto tiempo. Porque los intelectuales que quedan, socialistas, radicales o católicos, están ahogados por el conformismo. Y acaba adjudicando también al PCI la complicidad involuntaria con ese nuevo sistema democristiano corrupto con el que acepta la convivencia, que “ha conseguido sacar a Italia de la pobreza para sumirla en el bienestar ruin del nuevo laicismo consumista”.
Escritos corsarios y luteranos
La década de los 70 había transcurrido para Pasolini en un desasosiego y pesimismo cada vez mayor. Ni siquiera sobrevive el único espacio que considera ajeno al neocapitalismo: la cultura. Durante esos años publica ensayos y escritos en periódicos como Il Corriere della Sera y Tempo. En el 75 se publica Escritos Corsarios y en el 76 Cartas luteranas.
En Escritos Corsarios denuncia que la revolución comunista no tendrá lugar nunca porque el capitalismo ha modelado a su imagen lo que necesitaba. “Es el capitalismo el que ha hecho su revolución utilizando a democristianos y comunistas, aunque ninguno era capaz de entender entonces que lo irreparable ya había tenido lugar”.
En Cartas Luteranas, denuncia a una clase política e intelectual inmoral e inepta y describe la verdadera condición de una sociedad determinada en su futuro por la comunicación de masas, la televisión, y un sistema educativo clerical.
Desde las páginas de Il Corriere della Sera, Pasolini desplegó su herejía antimoderna para denominar a los modernos nuevos “clérigos progresistas”. La denuncia contra los efectos de la industrialización del planeta, la aculturación, homologación neocapitalista, el genocidio consumista. El 27 de marzo de 1975, en otro escrito, había acusado a los hombres de la democracia cristiana y a los servicios secretos de ser los responsables directos de la estrategia de la tensión y de las bombas. Y denuncia a los intelectuales italianos por aceptar el poder democristiano y no desvelar las mentiras que inundan la sociedad italiana en los medios de comunicación y en la televisión.
El 28 de septiembre, desde las mismas páginas contesta a un editorial de La Stampa con su letanía … los ciudadanos italianos quieren saber: Por qué en estos diez últimos años de bienestar se ha gastado todo salvo en los servicios públicos de primera necesidad, en estos diez años de tolerancia se ha hecho aún más profunda la división entre la Italia septentrional y meridional, en estos diez años de civilización tecnológica se han realizado desastres urbanísticos, paisajistos y ecológicos, en estos diez años de laicismo el único laicismo ha sido el de la televisión. Los italianos quieren saber cómo ha participado la mafia en las decisiones del gobierno de Roma, cual ha sido la realidad de los golpes fascistas, de qué cerebros y en qué lugares surgió el proyecto de la estrategia de la tensión anticomunista y antifascista.
Y termina: los italianos quieren saber cuál es la condición humana de esta política en la que, como una catástrofe natural, han sido forzados a vivir: primero por las ilusiones degradantes del bienestar, y luego, por las ilusiones frustrantes, no del retorno a la pobreza, sino del recorte del bienestar.
En noviembre, tras su muerte, Il Corriere reproducirá su ultimo escrito: “Italia es un país despolitizado, un cuerpo muerto cuyos reflejos son puramente mecánicos. Italia viva en un proceso de adaptación a la degradación. Hasta yo mismo maniobro para reordenar mi vida”
Contexto de un crimen
Aquel intelectual marxista que había sido uno de los más apasionadamente fieles comenzó a expresar ideas y visiones apocalípticas y nihilistas poco coincidentes con aquella ortodoxia que confiaba en el perfeccionamiento progresivo del futuro de la humanidad.
Murió asesinado una noche de noviembre de 1975 en Ostia. Por entonces, la logia P2 se dedicaba a controlar partidos políticos, instituciones financieras, servicios secretos, medios de comunicación o los despachos del Vaticano. En esos años consiguió captar a más de 900 personas vinculadas a las más altas instancias del estado y la sociedad italiana.
Si a partir de 1948, Estados Unidos, con la ayuda de la mafia y el Vaticano, consiguen el triunfo en las elecciones de la Democracia Cristiana, a partir del 57 las posibilidades electorales del PCI y los partidos de izquierda crecieron y Estados Unidos a través de la CIA puso en marcha la estrategia de la tensión con la operación Gladio. Desde 1960, aumentaron las movilizaciones obreras y comenzaron las primeras víctimas. Al final de la década se recrudecieron los actos terroristas, que, instigados por los servicios secretos o la ultraderecha, se imputaban a la izquierda. Además de los atentados, conflictos sociales y secuestros de responsables industriales.
En el 69 se produjo la matanza de Piazza Fontana en Milán y se culpó falsamente al anarquista Pietro Valpreda. Pasolini denuncia reiteradamente esta operación mediática. En 1973 el cantante comunista milanés Fabrizio de André publica su álbum Storia di un impiegato, en el que un gris empleado acaba poniendo una bomba. El 74 es el peor año de atentados y víctimas de los anni di piombo. Una bomba colocada en una papelera por la extrema derecha provoca ocho muertos y centenares de heridos en una manifestación antifascista en Roma. Pocos días después, otra bomba estalla en el tren de Florencia con 12 personas muertas y decenas de heridos. Aparece entonces Brigadas Rojas, que atacan por igual a Democracia Cristiana, PCI o Movimiento Social Italiano. La espiral seguirá hasta el 78 con el asesinato de Aldo Moro, quien había pactado con Berliguer el “compromiso histórico” para un acuerdo de gobernabilidad entre PCI y DC.
Pasolini testimonia una Italia violentada por el terrorismo de estado y la criminalidad impune. Y culpa de todo ello a una clase política corrupta, clericó fascista y mafiosa. En los últimos años, sus opiniones heterodoxas e independientes lanzadas desde los medios le habían granjeado una gran incomprensión y más enemistades entre reaccionarios y progresistas. Convertido en un autor de culto tras su muerte, también ya se ha señalado que la persecución a la que fue sometido Pasolini no procedía de su homosexualidad sino de su independencia e insubordinación cultural, de no vincularse a ningún poder.
Intelectual incómodo y a la vez deslumbrante del siglo XX. Nostálgico del pasado que alertaba contra el negro futuro. Comunista católico y hereje reaccionario. Difícil de digerir en su escritura e inclasificable en su cine, fue un erudito, filólogo, teórico de la literatura, humanista, en suma, que se atrevió con todo, el arte, la filosofía, el psicoanálisis, la antropología o la crítica literaria.