Durante estos días de conflicto y ruido de sables, me he dedicado a escribir sobre la vida eterna. ¿Tal vez ha sido porque ese tema me interesa y la polarización catalana, no?, puede ser, pero también porque en el asunto catalán es más cómodo callar. Así nadie te encasilla en categorías gruesas y tristes. Sin embargo, aún careciendo de un discurso elaborado, he preferido poner negro sobre blanco algunas ideas sueltas al silencio. Allá van:
-Un referendum pactado es el único horizonte razonable para solucionar el conflicto catalán. Podía haber habido otro, pero el PP instrumentalizando de forma irresponsable el Tribunal Constitucional, lo aplastó sin miramientos al aplastar el Estatut y con la negativa a negociar, dinamitó cualquier otra salida que no sea la de tierra quemada.
-La petición de un referendum en Cataluña siempre ha sido legítima. Ahora es, además de legítima, imprescindible.
-La izquierda debería encontrar el modo de forzar ese referendum, lo que solo conseguirá si lo hace unida. También deberá unirse para ofrecer una propuesta ilusionante a la España progresista y a la Cataluña partidaria del derecho a decidir.
-La izquierda debe ser capaz de hacer de este proceso una oportunidad para cambiar la Constitución, derogar las leyes del PP desalojándolo del gobierno, limpiar las instituciones parasitadas por la corrupción política y económica y acabar con el régimen del 82.
-La derecha deberá asumir su responsabilidad en el conflicto y comprender que o acepta cambios trascendentales en el modelo territorial y negocia un referendum o acabará llevando a España al desastre. Deberá asumir el fracaso de Rajoy para frenar el independentismo y pedir que se vaya.
-El concepto de nación parece evolucionar de posturas identitarias hacia otras más democráticas y modernas que se basan en la libre voluntad de los y las que conforman ese ente llamado nación. Voluntad mayoritaria y cualificada.
Esa idea nacional, basada en la democracia, podría proporcionar legitimidad y legalidad a un referendum en el que sólo votase Cataluña.
Aunque me parece un tanto oportunista este nuevo envoltorio del nacionalismo (¿soberanismo?), podría darlo por bueno. Después de todo, los que sostienen la solidaridad entre los pueblos de España como argumento en contrario, han de reconocer que no puedes obligar a nadie a ser solidario y, en todo caso, ese alguien deberá estar conforme con las reglas que regulan su solidaridad.
Igual que los catalanes separatistas han de reconocer que su fervoroso deseo de emancipación no es del todo ajeno al hecho de ser una nación rica. Bueno, rica, lo que se dice rica, solo lo es su oligarquía.
¡A ver si esto, además de un choque de trenes, va a ser un choque de oligarquías…!
-Por otro lado, los que creen en la nación, deben entender que no todos los ciudadanos y ciudadanas catalanes o españoles se sienten cómodos con conceptos nacionalistas o identitarios sean éstos modernos y democráticos o carpetovetónicos. Algo a tener en cuenta al hablar de legitimidades. Por cierto que a este grupo de personas entre las que me encuentro, al final se nos va a pedir que aceptemos la idea de nación de naciones cuando preferiríamos hablar de pueblos o de estados. ¡Tiene narices!
-Saltarse la legalidad casi nunca es una buena idea*. Algo que me parece avalado por dos razones:
Razón uno, eminentemente pragmática: Si no tienes una correlación de fuerzas favorable para conseguir tus objetivos dentro de la ley, es posible que tampoco la tengas fuera.
En el caso catalán, nadie puede sorprenderse ahora de que el gobierno de Rajoy trate de imponerse por la fuerza. Su talante autoritario y españolista, su negativa a negociar dejando en manos de los jueces la solución al conflicto así como sus cálculos electoralistas no permitían albergar otra idea. Pero es muy posible que el Govern lo supiera perfectamente y, además de los consiguientes cálculos electorales, trate de forzar una negociación con fuerza suficiente para arrancar una amnistía, un Estatut bastante más favorable y/o un referendum pactado. No parece mal pensado.
Pero qué pasa si el PP gana la batalla del 1O y solo deja tras de sí tierra quemada o si la izquierda, incapaz de ofrecer una alternativa, sale derrotada por décadas dejando el Estado a merced de la corrupción insaciable de la derecha o si la sociedad catalana no se recupera de su fractura así como así… y qué pasaría si alguien muere en alguno de los choques previsibles…
Entonces concluiríamos que el problema no era que los independentistas no tuvieran otra solución que saltarse la ley porque se habría demostrado lo que ya sabíamos, que saltársela tampoco era el camino. Y que tal vez la premisa era falsa y sí había otra solución.
Razón dos, más importante que la uno: Nos ha costado mucho tiempo encontrar un modo de dirimir las diferencias sociales sin enfrentamientos sangrientos o imposiciones brutales. Este sistema, llamado democracia, se basa en la separación de poderes y en gobiernos salidos de las urnas en base a mayorías pero obligados a respetar las minorías que, así, tienen la oportunidad de influir en los gobiernos (véase las CUP) o de ganar a su vez nuevas elecciones.
Nadie de los que defendemos la democracia creemos que el sistema tal y como lo conocemos no deba mejorarse cuando antes.
Tampoco pensamos que la mayoría tenga siempre razón, pero sabemos que debemos renunciar a pensar que solo hay una razón y que esa razón es la nuestra.
La alternativa a este modelo ha implicado hasta ahora creer en la razón de la fuerza (dictaduras), de los designios divinos y sus simulacros (monarquías) o de los iluminados (ilustrados o vanguardias que instauran regímenes paternalistas y autoritarios para el pueblo, pero sin el pueblo).
Por eso, cuando se hace difícil conseguir lo que se quiere dentro de la democracia, con sus leyes imperfectas y sus corruptos, sus mentirosos y sus hipócritas, pero también con sus ciudadanos razonablemente honestos que aspiran a una sociedad mejor, la solución es, sí, más democracia, pero más democracia es también más inteligencia, más ambición política, más imaginación e iniciativa y menos cálculo electoral…
En todo caso, no creo que se consiga más democracia debilitando la democracia.
Y esto vale también para Cataluña.
Por eso creo que no es fácil tragarse que hacer un referendum para Cataluña sea un imposible legal para la democracia española.
Como tampoco consigo aceptar que más democracia sea un referendum sin garantías, cerrar el Parlament, aprobar leyes decisivas silenciando el derecho de la oposición a debatir y plantear enmiendas, una cámara legislativa prisionera del ejecutivo…
Sí creo, en cambio, que hoy por hoy no es imposible establecer alianzas para cambiar las cosas incluyendo lun referendum.
Un frente formado por izquierda y nacionalistas podrían conseguir una correlación de fuerzas favorable a cambios históricos. Pero no nos engañemos, los dos tercios necesarios para cambiar la Constitución hacen necesario hablar y pactar también con la derecha.
Hablemos por tanto con la derecha y, si no con toda, hagámoslo con la que se pueda.
Aprovechemos con inteligencia, iniciativa y ambición política el revulsivo de la movilización catalana para propiciar un frente amplio comprometido con el cambio constitucional que se viene reclamando desde el 15 M.
Hagamos de la crisis catalana una oportunidad.
* No excluyo totalmente la legitimidad de revueltas que hagan saltar por los aires las leyes y el orden establecido pero en un estado democrático solo se justificaría si se produce por razones humanitarias o si dicho estado se ha degradado hasta un punto de no retorno.
Aún así, confieso de que tanto en España como en Cataluña hubiera preferido asistir a una rebelión a causa de los desahucios y los recortes que han llevado a la pobreza a miles de personas, por la indefensión de las mujeres víctimas de la violencia de género y la impasibilidad de los poderes ante la trata de personas o para que los bancos, empresas y políticos devolvieran lo robado al pueblo…pero hay que aceptar que las cosas no suelen ser como a una le gustaría.
No sabía qué pensar. Gracias por ser tan clara en tus opiniones, Clementina
La verdad es que desde fuera de España no es fácil entender lo que ocurre y dentro, hay demasiada polarización. Acabo de escribir sobre legalidad y legitimidad. Espero que te interese. Un abrazo.