1 Anochece en una playa norteña y cuatro amigos charlan del amor como antídoto a la muerte. Vino blanco. Bocartes bien fritos. El amor, la muerte.
Ninguno quiere hablar de la muerte pero sí del amor y se van desgranando sus efectos beneficiosos sobre los humanos: una razón poderosa para salir del nido (¿es una ayuda de la naturaleza para formar tu propio nido?, ¿pero entonces hablamos de reproducción? No, no… no se trata de lo de una trampa de la naturaleza para la conservación de la especie (que decía el misógino Schopenhauer), en modo alguno hablamos de reproducción. No liarnos; ni reproducción, ni parejita…no se trata de eso.
Los trovadores cantaban al amor romántico en el medievo. Amor platónico alejado del sexo y la reproducción. Y hoy las formas de relación se multiplican mientras las personas solas forman nuevos hogares. Nuestra conversación no iba de modelos de parejas, ni de sí la pareja tal o cual. Ni de vivir juntos o formar una familia. Ni con exclusividad. Nada, nada de eso.
2 Tampoco con el fenómeno de opresión a las mujeres que denuncia el feminismo: la opresión machista se da en todo tipo de relaciones, de hijos con madres, de padres con hijas (también de madres con hijas), de obrera y patrono, de amigos y amigas, de musas y artistas, de novios y novias…
Y es que, en lo personal, la opresión se produce cuando una de las personas está dispuesta a aprovecharse (a pesar de que a veces diga querer a la otra) de los privilegios que la sociedad le otorga por ser hombre o blanco o occidental o rico, o todo junto… es lo que sucede tanto a nivel personal como colectivo con el patriarcado, el racismo, el imperialismo, el capitalismo, la racialización…
Pero desde luego no es exclusivo de las relaciones amorosas. Ese es el punto en el que no comparto la demonización del amor ya que si decidimos desecharlo, habremos de desechar muchas otras relaciones y creo que es mucho mejor sanearlas, desintoxicarlas… limpiarlas de machismo; mucho mejor que renunciar a ellas por culpa del patriarcado.
3 Lo que el amor aporta es incompatible con la prevalencia de uno sobre otro, comenta entonces uno de los amigos, que añade: lo que cuestiona el feminismo del amor romántico es acertado, y precisamente por serlo, es válido para todas y también para todos.
Y me alegra oír eso en boca de un hombre porque, de algún modo, está reconociendo que se trata de un pensamiento con vocación universal, como (salvando las distancias) los pensamientos de Rousseau o de Kant. Porque las mujeres hemos tenido durante años que hacer el ejercicio de aceptar que el pensamiento de Kant (por ejemplo) era potente a pesar de excluir a las mujeres y que podríamos considerarlo universal si decidíamos considerarnos a nostras mismas incluidas en él. Un ejercicio constante para seguir el hilo de nuestra propia cultura que ahora los hombres tienen que ser capaces de hacer para comprender la validez universal del feminismo.
4 Pero en fin, tratemos de imaginar relaciones amorosas entre iguales en un sentido amplio, es decir en ese sentido en que la mayor o menos fortaleza de cada uno (o cualquier otra característica personal) sea independiente del sexo, la raza o cualquier otra marca de las usadas para ejercer dominio de unos sobre otros y otras.
Una vez imaginado, y atestiguando de que por más improbable que parezca esas relaciones se dan en la realidad, volvemos al amor y sus aportaciones a la vida de los humanos, que es de lo que iba la conversación.
Convinimos entonces que el enamoramiento (y el amor) es uno de esos pocos estados en los que la muerte se desvanece en las brumas de un futuro que deja de existir como por arte de magia.
Un estado en que la necesidad de encontrar un sentido a nuestras vidas también desaparece.
Un estado al que recurren como metáfora las experiencias místicas que intentan dar cuenta del amor con el mismo dios.
Un estado que hace que nos sintamos plenos y felices.
Un estado en el que todo brilla alrededor.
Un estado que nos hace más seguros y atrevidos.
Un estado que nos salva si estamos a punto de caer, que nos rescata si ya hemos caído.
5 Luego convinimos que el sexo, en un sentido mas puntual (el amor resplandeciente también tiene fecha de caducidad, marcada tanto por la vida misma como por la vigencia de determinadas hormonas, neurotransmisores etc. etc.) provoca un estado similar, al igual que la creación o el deleite artístico. También provocan estados vitales autosuficientes parecidos a los anteriores algunos amigos suyos como: el deseo, la pasión, la amistad, el conocimiento, algunos hallazgos…
6 Estábamos contentos y se nos olvidó señalar que el desamor también merece unos bocartes bien fritos y otro atardecer.