Al hilo de la interesantísima reseña del libro del periodista británico Owen Jones hecha por Julia López Giráldez en este blog, quiero compartir aquí una reflexión personal al hilo del apoyo electoral de una parte de la clase obrera norteamericana a Donald Trump justo cien años después del triunfo de la gran revolución proletaria de la historia.
Es cierto que la destrucción del tejido industrial en los países del primer mundo junto al desprestigio de los sindicatos, entre otros factores, han hecho prácticamente invisible a una clase obrera otrora poderosa. Pero también es cierto que la clase obrera, incluso la ligada a la industria, en absoluto ha desaparecido como se dice a veces.
El grueso de esa clase ha sido substituida por trabajadores de otros países que se ven obligados a subsistir
Si bien en las sociedades avanzadas esa clase trabajadora sobrevive acosada por el paro, la atomización, la precarización y privada del poder sindical de antaño, el grueso de esa clase ha sido substituida por los trabajadores de otros países que se ven obligados a subsistir en el tercer mundo (o en el primero) vendiendo su fuerza de trabajo por menos dinero, menos derechos y sin amparo sindical.
Y creo que es precisamente en esa deslocalización donde hay que buscar la clave de su actual declive.
Pero ese declive no es del todo ajeno a los errores de las organizaciones de clase.
Pero ese declive no es del todo ajeno a los errores de las organizaciones de clase que prefirieron mantenerse del lado de los trabajadores del primer mundo con empleo cuando la precarización y el paro afectaba sobre todo a los inmigrantes y a las mujeres. No comprendieron que al abandonarlos a su suerte, se condenaban a sí mismos.
Pero es que, además, es en la mencionada deslocalización donde encontramos también el origen del resurgir del capitalismo más depredador.
Me refiero naturalmente a la nueva vuelta de tuerca propiciada por la globalización, una globalización que permite a las grandes empresas colocarse en una “multinacionalidad” que se sitúa por encima de los Estados, por encima de las Leyes, por encima del pago de impuestos “locales” y en muchos casos, fuera del alcance de los resultados electorales.
El efecto demoledor se completa cuando las mutinacionales van empobreciendo a los Estados democráticos
El poder de las citas electorales utilizada por las clases desfavorecidas para conseguir políticas socialdemócratas capaces de poner coto a la concentración de la riqueza ha sido derivado a entidades supranacionales como el Banco Mundial, el FMI, el BCE, el grupo de los 7, de los 20, de los 8…dejando a las urnas sin apenas capacidad para controlar a las grandes empresas y entidades financieras que encuentran en la globalización el modo de escabullirse de las normas acordadas por las democracias.
El efecto demoledor se completa cuando las mutinacionales van empobreciendo a los Estados que se ven impotentes, pero también cómplices, ante la evasión de impuestos de los oligopolios lo que les obliga a ejercer toda la presión impositiva sobre los asalariados.
El poder de esas socialdemocracias “languidecientes” solo alcanza ya para aprobar subsidios para trabajadores sin trabajo, algo que el propio sistema no duda en echar en cara a los subsidiados que se sienten humillados, impotentes y sin liderazgo.
Eso, sin contar con el poco halagüeño futuro que parece augurar la sustitución de un número creciente de puestos de trabajo por máquinas fruto del desarrollo de la robótica, la inteligencia artificial y la tecnología en general.
Así es como la clase obrera sin empleo de EEUU acaba por votar a Donald Trump, el Brexit en el Reino Unido y quien sabe si próximamente a Le Pen en Francia
Así es como la clase obrera sin empleo de EEUU acaba por votar a Donald Trump, el Brexit en el Reino Unido y quien sabe si a Le Pen en Francia. Se trata de esa clase obrera blanca tan denostada por las capas medias cultas y el clasismo inveterado de las clases altas, de la que habla en su libro el periodista británico.
Fracasadas las organizaciones de clase y con una socialdemocracia sin poder alguno para cambiar el rumbo de la economía, tras años de subsidios y sin futuro, la única salida de esas capas proletarias parece consistir en recuperar su trabajo al precio que sea, lo que incluye por supuesto, arrebatándoselo a los trabajadores del otro lado de la frontera, de todas las fronteras. Clase obrera contra clase obrera…la victoria definitiva del capital.
Pero en realidad es más que probable que ya haya pasado el tiempo en el que la clase trabajadora parecía ser la “objetivamente” destinada a ser la vanguardia de la lucha contra la explotación de la mayoría por una minoría que se apropia por las buenas o por las malas de la riqueza generada por el trabajo.
Y muy especialmente ahora que esa explotación y sus normas no democráticas se juega en una partida a nivel mundial de la que los trabajadores ya no forman parte.
Por eso, aunque el internacionalismo proletario esté muerto y enterrado, seguimos estando obligados a pensar en términos globales.
Si no podemos contar como hace un siglo con la clase obrera, reconozcamos a la única vanguardia capaz de plantar cara al capitalismo globalizado
Y aquí llega mi primera conclusión: si hoy por hoy no podemos contar con la clase obrera como fuerza capaz de contener al capitalismo neoliberal que campa a sus anchas ni al capitalismo proteccionista de Trump o del Brexit ni al capitalismo autoritario de Putin… si ahora no nos sirve para frenar un capitalismo que en cualquiera de sus formas amenaza todo lo que consideramos justo, humano, deseable…un capitalismo capaz incluso de dañar irreversiblemente la vida en el planeta, entonces debemos ser capaces de apostar a fondo por algunos movimientos ya existentes, consolidados; movimientos transversales verdaderamente transformadores y capaces de movilizarse a nivel internacional.
Internacionalismo, horizontalidad, dinamismo, imaginación, incorruptibilidad… movimientos menos obsesionados con los liderazgos personales
Reconozcamos a la única vanguardia capaz hoy de plantar cara al capitalismo globalizado, me refiero a los movimientos ciudadanos de índole diversa y en especial al ecologismo capaz de generar sinergias tanto con la izquierda como con otros movimientos transformadores como el feminismo, las luchas por los derechos humanos y a favor de la infancia, contra la xenofobia o el racismo…capaces de sintonizar con el activismo mundial en un proyecto imprescindible, renovador… y masivo.
Reconozcamos en este activismo cualidades que los partidos políticos casi nunca son capaces de ofrecer: Internacionalismo, horizontalidad, dinamismo, imaginación, compromiso, incorruptibilidad… movimientos menos obsesionados con los liderazgos personales y sus tacticismos y más interesados en cortar el paso al avance de la sinrazón.
No me parece prudente desechar por completo del análisis a las clases trabajadoras y su potencial transformador. Al fin y al cabo, lxs explotadxs siguen siendo las mismas personas, aquellas que tienen que vender, ahora malvender, su fuerza de trabajo que es lo único que poseen. Si estoy de acuerdo en que hay que fortalecer alianzas en torno a los problemas locales pero hilvanando fino. La transversalidad por sí no me parece un valor incontestable.
Bien, puede ser más prudente no subestimar y menos dar por muerto el poder obrero. ¿Pero de qué clase tobrera? No dejo de pensar que hay dos tipos de trabajadorxs… y no estoy muy segura de que vayan a empujar en la misma dirección. Más me preocupa cómo se articulará la oposición a poderes tan terribles como los que nos acechan. Se trata de derribarlos, de ninguna otra cosa. Hoy no vienen a por nosotrxs, pero pronto lo harán como el poema atribuido a Bertol Brech.
Propongo observar lo que pasa con la oposición a Donald Trump tanto en su país como en el resto del mundo. Quizá de esa oposición podamos aprender muchas cosas. Primero, fueron las mujeres con su gorros rosa y sus manifestaciones en todo el mundo. Siguen las incesantes manifestaciones locales contra el racismo y temas diversos. Manifestaciones generalizadas en los aeropuertos para detener las prohibiciones los ciudadanos de 7 países forzando condenas diplomáticas de muchos gobiernos. El poder judicial manifiesta la fuerza de su independencia. Hoy mismo un grupo de actores se han manifestado junto al muro de Berlín contra el muro de Trump…México vibra con manifestaciones unitarias…
Veamos.