¡Cielos, la computación cuántica! Con cierta frecuencia veo en los medios de comunicación alusiones a cosas con el apellido “cuántico/a”: computación, criptografía, ordenadores, arte, cristales (?)… Dada mi formación como físico realizada hace ya un cierto tiempo, me ha llamado la atención la escalada mediática de un tema tan enrevesado y leo con interés los intentos de los divulgadores por retorcer metáforas y soltar imaginación para acercar al público a semejante ente abstruso.
Desde los años 70/80 -cuando yo andaba estudiando estas cosas- hasta nuestros días, la mecánica cuántica ha avanzado vertiginosamente, y reconozco con dolor que me pongo a leer un texto no divulgativo ¡y no entiendo nada! Claro que, ya en 1965, Richard Feynman, Premio Nóbel de física de ese año por sus investigaciones sobre cuántica, dijo “-Puedo afirmar sin miedo a equivocarme que nadie entiende la mecánica cuántica”. Esta es una de las citas más famosas en el ámbito científico de los últimos tiempos (y me apunto a la moda).
Sospecho y siento que me lo he perdido casi todo desde que Max Plank “inventó” sobre 1900 la mecánica cuántica hasta que en 2022 los tres receptores ex-aequo del Premio Nobel de Física lo han sido por demostrar en algunos experimentos el entrelazamiento cuántico, uno de los aspectos más chocantes de la nueva física cuántica, que por cierto, se carga parte del pensamiento de Einstein.
Espoleado por esta deplorable situación, me he puesto a la tarea de actualizarme y me he apuntado a un curso universitario de criptografía cuántica, lo que me ha obligado a lecturas previas en las que estoy descubriendo cosas interesantes en medio de sensaciones nuevas y otras olvidadas desde aquellos tiempos…
Hace unos días he visto la película “Todo a la vez en todas partes” bien colocada en la carrera de los Oscar y muy abundantemente comentada por la crítica. Había leído sobre ella cosas raras… y ciertamente, certifico que es rara ¡y bastante aburrida! Lleva toscamente al extremo una de las divagaciones de las teorías cuánticas, la de los universos paralelos. Resulta que ya hay escisiones entre los científicos cuánticos que cristalizan en varias tribus; la más numerosa es aún la llamada interpretación de Copenhague, hija directa de las visiones de Niels Bohr (principios del s.XX). Pero la segunda tribu más numerosa, surgida a principios del s.XXI es la interpretación de los mundos múltiples (IMM o MWI, por sus siglas en inglés).
Según ciertas versiones de divulgación (sin matemáticas), la IMM sugiere que vivimos en un número casi infinito de universos superpuestos en el mismo espacio físico pero aislados unos de otros, que evolucionan independientemente. En muchos de estos universos existen réplicas de todos nosotros, pero llevando otras vidas. En el ámbito científico (con matemáticas), la IMM es un punto de vista muy controvertido que se discute con apasionamiento porque los desacuerdos que suscita no se pueden resolver con pruebas objetivas. Y en este caso se ha llegado a un nivel insólito de extremismo. Además, como esta sugerente versión divulgativa -a diferencia de otras- se entiende, ha dado lugar a la creación de novelas, películas y hasta la aparición de auténticas sectas nada científicas del estilo de los terraplanistas. Ahí quería yo llegar: a esta interpretación, saltándose la premisa de que esos universos paralelos no pueden interactuar, se apunta la mencionada película… Por cierto, una serie que explora lo de los universos paralelos con más fortuna es “El hombre en el castillo” (Amazon prime video) basado en la novela homónima (The Man in the High Castle ) del increíble Philip K. Dick.
Ya veo que no he escrito nada sobre la computación cuántica, que era mi objetivo al empezar esta entrada. Lo dejaré para otra ocasión, aunque para terminar voy a contar algo que me ha llamado la atención profundamente y que me ha fascinado: aunque los físicos cuánticos no tienen clara la teoría y, es más, disputan tremendamente sobre sus enunciados, los ingenieros cuánticos han creado ya computadoras cuánticas… que funcionan. Es decir, no sabemos explicar en que teoría encajan los fenómenos en cuestión, pero ahí están, con sus logros sensacionales.
A ver si escribo otra entrada menos especulativa sobre este tema próximamente; en ésta se me ha ido el santo al cielo.
Francamente, me resulta más interesante y estimulante esta temática que desarrolla el autor que no otras que en el pasado han dominado o casi monopolizado estas “Anomalías”.
Espero con expectación la próxima entrada anómala de este autor.