1.-
Hace tiempo que me falta motivación para escribir en este blog. Y no es de extrañar porque la reivindicación de la opinión libre de seres libres con la que surgió ha ido quedando sepultada por las toneladas de basura que genera la nueva era de la post verdad, las fake news o lo que es lo mismo, la de la mentira disfrazada de opinión adoptada con desfachatez inaudita por la extrema derecha.
A pesar de ello, sigo dando mi modesta opinión desde estas páginas aunque reconozco que los últimos artículos que he escrito, pocos, siguen poniendo el acento en un tema que tal vez suene demasiado recurrente, el del rechazo a los valores del capitalismo.
Sin embargo creo hay en esos artículos una novedad que tal vez signifique algo. Me refiero a un renovado sentimiento de urgencia por orientar el pensamiento hacia la praxis.
Durante un tiempo de transición, y mientras a lo largo y ancho del globo la opinión era utilizada para todo tipo de mentiras flagrantes, yo he escrito y pensado al amparo de una frontera imaginaria donde me sentía cómoda, libre y a salvo; un territorio en el que mirar las estrellas o refunfuñar contra el sistema podían ser la misma cosa.
Sin embargo, la sacudida que ha introducido en el mundo la actual pandemia junto al auge de la extrema derecha me ha hecho pensar que los refugios ya no son posibles. Desde ellos, ya no podemos contemplar la luna a la caída de la tarde acompañados por viajeros de paso, porque ya no hay viajeros de paso. Tampoco podemos desgranar diagnósticos infinitos si no contemplan la necesidad de denunciar las mentiras y cambiar el rumbo.
En ese sentido (y dando un salto en el relato), me parece oportuno recordar que no han sido ni las opiniones de gente honesta ni los análisis de doctores y periodistas los que han hecho posible el desalojo del indeseado huésped de la Casa Blanca. Quien está a punto de conseguirlo es la movilización de millones votantes a lo largo y ancho de EEUU, una movilización precedida de otras muchas realizadas por movimientos integrados por gente harta de mentiras, violencia, discriminación, abuso de poder y degradación moral.
Lo que quiero decir es que si no hay cambio ya no hay supervivencia y ninguna de las dos es posible sin la acción.
Porque aunque se cuente con democracias capaces de aguantar embates como los asestados por Donald Trump, hay momentos en que movilizarse para votar es absolutamente necesario, pero casi nunca suficiente.
También lo es que la otra condición necesaria para alumbrar cambios importantes, la de las movilizaciones masivas, solo se produce muy de vez en cuando y nadie posee el secreto que enciende la llama de la voluntad colectiva de luchar, de enfrentarse, de oponerse, de resistor, de ganar.
2.-
Así las cosas, quiero dar el siguiente paso de este artículo que no es una consecuencia lógica de lo anterior sino que señala un camino diferente, tal vez una simple digresión personal irrelevante ante los males que nos acechan pero íntimamente relacionado con la acción.
Para dar ese paso quiero recordar que más allá de las dinámicas sociales y políticas hay otros territorios en los que se dan batallas encarnizadas por sustituir la lógica sin moral del capitalismo por espacios para la creación radical de otras lógicas, de otras éticas y de otras estéticas.
Me refiero a los territorios de la creación, talleres donde se cocinan las enzimas que todo cambio necesita, los laboratorios donde se ensayan los aditivos sin los cuales los procesos de transformación morirían antes de tiempo ahogados en sus propias excrecencias o que, como mucho, sobrevivan un tiempo antes de convertirse en monstruos.
Ninguna revolución alumbrará algo mejor de lo que pretende dejar atrás si antes no lo ha soñado, no lo ha ensayado, no lo ha probado, no lo ha creado, perfeccionado y disfrutado.
Me refiero en este caso a la creación artística, ámbito en el que tal vez podamos inspirarnos para encontrar modelos de lucha. No en vano lo que la define es su capacidad, su vocación y su determinación de cuestionarlo todo para crear nuevas realidades, visones y perspectivas.
3.-
Lo que teme el capitalismo no son las “opiniones”, aunque sean políticas y adversas, sino la ideología en cuanto representación mental de una realidad distinta y mejor, como proyecto y compromiso concreto que busca los métodos y los procesos para realizar aquella representación. La proyectización es, precisamente, lo que distingue la ideología de la utopía…
Esta cita es del prologo de un libro* de 1970, ya clásico, sobre arte moderno y si la traigo aquí es porque me parece curiosa una reflexión en un libro de arte que no menciona el arte.
Sí habla, en cambio, del capitalismo como ejemplo de una realidad indeseada, de la representación mental de algo mejor, del compromiso y de la necesidad de proyectos para superar la utopía.
La verdad es que la historia del arte moderno me parece, a la luz de la necesidad renovadora, especialmente fascinante. En muchos casos representa la lucha apasionada y luminosa por acabar con los valores burgueses y el rechazo del capitalismo con la praxis como arma.
Especialmente interesante me parece la ruptura con la representación de principios del siglo XX o la apuesta por el concepto en los años 60…dos intentos que suponen rupturas radicales con los poderes culturales o económicos.
Me descubro ante esa insistencia del arte en su desvinculación del capitalismo y su posibilidad de convertir en mercancía todo lo que toca. Los happenings, las instalaciones… son otros intentos de ruptura radical orientadas a la praxis.
Y también el denominado arte de contexto que se construye mediante articulaciones sociales y políticas asociadas a la desvinculación del objeto y a la creación colectiva de intervención.
Es verdad que esas y otras rupturas han ido siendo integradas por el propio sistema, pero también lo es que el reguero de artistas que las jalonan nos han dejado creaciones capaces de abrir nuestra mente a la exploración de realidades múltiples y desconocidas.
Todas esas obras nos ayudan a evidenciar la vocación práctica de artistas que desde hace años llevan haciendo su revolución poniendo el foco en la propia experiencia artística, caminando hacia un arte que se identifique con los seres humanos como portadores de creatividad, huyendo de la prescripción de la alta cultura para buscar en cada ciudadano un ser libre cuya vida puede convertirse en creación.
¿Hay algo más parecido a un cambio radical de nuestro mundo que dejar libres los impulsos creativos que nos definen? ¿Hay algo más directo para la revolución que practicar la revolución?
4.-
Pero hay vida más allá del arte y no es difícil identificar otros paisajes de la praxis en los que dar las batallas que los artistas llevan décadas librando. La Ciencia, por ejemplo, alumbrando formulaciones cuánticas que apuntan hacia realidades de comprensión convencional imposible, o en otro orden de cosas, el feminismo, de fuerte vocación liberadora, capaz de ensanchar el mundo al romper con la estrecha lógica patriarcal que sitúa al hombre como referencia de lógicas y privilegios.
Personalmente, estoy convencida de que esos territorios fértiles existen, son muchos y variados y de que explorarlos puede ayudarnos a encontrar las grietas del sistema en las que colocar la dinamita que lo haga saltar por los aires.
Me pregunto, sin embargo, si pasa lo mismo con la política.
¿Será posible construir un proyecto político específico para una representación mental de una nueva realidad, una realidad justa, distinta y mejor?
La verdad es que no lo sé, pero quiero aprovechar el final del presente repaso a mi trayectoria en este blog para hacer una breve mención a la posibilidad de dejar atrás los enfoques de gobernanzas ya conocidos para desarrollar proyectos que vayan más allá de la infausta política cotidiana y convierta en revolución pura la destrucción del objeto político tal como lo conocemos.
¿Imitando al arte? Por qué no.
En todo caso, sospecho que a los problemas de siempre solo se les pueden oponer armas nuevas y estoy segura de que una de ellas, la más potente, es poner en práctica lo que imaginamos; es hacer proyectos de nuestros mejores sueños.
- El Arte Moderno. Julio Carlo Argan. Prólogo de Vicente Aguilera Cerni.