Al hilo de esta cuarentena y al margen de las series televisivas que voy estirando como chicle, he pensado ordenar mi consumo audiovisual que va creciendo con el aumento de las horas de reclusión.
Por el momento me apetece volver a películas clásicas y repensarlas en términos de catástrofes ahora que, como si hubiera saltado desde la pantalla a nuestras vidas, tenemos una entre nosotros.
Decía un amigo que la segunda guerra mundial es nuestra catástrofe de referencia, la catástrofe de cabecera del siglo XX y es verdad.
Por eso, entre otras cosas, me vino a la memoria Cabaret, una película extraordinaria que ayer decidí volver a ver con una nueva mirada, tratando a los personajes más de tú a tú que nunca, esos personajes que antaño parecían dirimir sus vidas en un contexto histórico que parecía superado, sin haberlo estado nunca.
Otro amigo decía, también con razón, que la infección nazi es la mayor pandemia criminal que ha padecido la humanidad, para la que no se encuentra vacuna y que no cesa de brotar.
Por eso, en la secuencia final de la película, cuando el Cabaret en el que antes se expulsaba a los nazis aparece infectado de esvásticas, nos preguntamos por el verdadero sentido de las vidas de los personajes (Sally, Brian, Maximiliam, Fritz y Natalia) cuyas encrucijadas hemos compartido mientras la película ponía ante nuestros ojos el fracaso de la contención de una epidemia que resultó letal.
Porque sin la catástrofe que supuso para el mundo la expansión nazi que lo cambiaría todo, tal vez Sally podía haber superado su eterna orfandad sin más ayuda que la de sus sueños.
Tal vez su falta de fe en el amor pequeño burgués que Brian le ofrece sin mucho entusiasmo hubieran tenido alguna oportunidad.
Pero mientras en la escena final una Sally ya sin Brian hace su número rodeada de la soldadesca nazi, ávida de dominación y muerte, comprendemos con tristeza que su destino no será muy diferente del que les espera a sus amigos judíos Fritz y Natalia, a los que tampoco la heroicidad de su amor conseguirá salvar.
Para terminar, recordaré aquí la conversación que mantienen el rico aristócrata Maximiliam von Heune y Brian, el profesor inglés amigo de Sally, al descubrir el atentado nazi contra un grupo de obreros.
-Dejemos que los nazis acaben con los comunistas, luego ya nos ocuparemos de ellos- decía el varón.
-¿Pero quién les parará entonces los pies ?-replicó Brian escandalizado.
-Alemania- repuso convencido el magnate, respondiendo de forma similar a como hacen ahora los conservadores españoles utilizando los muertos como arma de su estrategia política.
Hace tiempo que sabemos que el magnate se equivocaba.
Y también que hay catástrofes que deben pararse a tiempo de forma imperiosa porque si no lo hacemos, nos dejarán sin salida, como ocurrió con las vidas de Sally, Brian, Fritz y Natalia.
Nos dejarán sin ninguna salida.