Estoy haciendo una especie de diario del coronavirus en el que cada día escribo algo. Hoy ha tocado una recapitulación a vuelapluma que quiero compartir aquí:
Parece claro que Occidente ha menospreciado las enseñanzas derivadas de la evolución del coronavirus en China por simple prepotencia, que en realidad es una forma de ignorancia ( y de racismo y de xenofobia y de prepotencia y de….).
En línea con lo anterior, se evidencia que Occidente no ha actuado con inteligencia en asuntos tan importantes como el momento de cerrar territorios, aislar a individuos y decretar medidas drásticas para el aislamiento y el aprovechamiento de los recursos privados.
También se constata que los sistemas sanitarios están a punto de colapsarse en varios puntos de nuestro mundo y que faltan suministros imprescindibles para salvar vidas sin que se anuncien medidas claras para su fabricación acelerada o un modo rápido de conseguirlos (más allá de la contribución China a Italia y España o la confiscación de algunos bienes). En Italia se empiezan a preparar hospitales de campaña que probablemente llegan tarde, algo que ni siquiera servirá para que otros países tomen nota y consigan llegar a tiempo.
Tampoco se ha sabido proteger a las personas vulnerables como los mayores y más especialmente a los que hubiera sido fácil de aislar en las residencias de ancianos de haber sido medicalizadas de verdad. Estas muertes masivas me entristecen pero también me escandalizan ya que en el fondo son fruto de una negligencia sospechosa de ser consciente o inconscientemente consentida. Fruto de una inhumana discriminación.
El Reino Unido, con el partido conservador en el poder, declara que daría por buena la cifra de 20.000 fallecidos al final de la crisis, asumiendo con tranquilidad que el fenómeno del coronavirus actuará como una forma de selección natural, algo que escupe sobre la Declaración Universal de Derechos Humanos y el principio de igualdad radical entre todos los seres humanos. A cambio, defiende una forma de intervención de perfil bajo para dañar lo menos posible la economía, negando la necesidad de utilizar medidas drásticas. Esta filosofía supremacista y negacionista es similar a la del presidente de EEUU y tiene seguidores en muchos otros países del mundo occidental.
Y quizá por todo esto hoy he llorado por primera vez desde que esto comenzó.
He llorado por lo que está pasando y porque desconfío de los poderes públicos y sus promesas de ayuda que tantas veces antes se han quedado en nada o han sido insuficientes.
Entre las incertidumbres dolorosas que también me hacen llorar, está la de pensar qué pasará después de esta catástrofe.
Qué pasará si en España cae este gobierno de orientación social y le sustituye la misma derecha que arruinó la vida a tantas personas en la pasada crisis.
Incertidumbre por cómo será el mundo tras este virus temiendo que los depredadores del capitalismo se lancen a dar una vuelta de tuerca más contra la gente, el planeta, las mujeres, los necesitados…por temer que todo pueda ser peor sin que los que queremos otro tipo de mundo acertemos a dar una alternativa unida, decidida y fuerte.
Sí, he llorado por miedo mientras hago un nuevo esfuerzo por entender, sin conseguirlo.
Y aún así, me quedo con las palabras de Marie Curie que hoy ha recordado una amiga en un chat de los que desde la soledad del aislamiento, nos mantienen conectados:
“Nada en este mundo debe ser temido, solo entendido. Ahora es el momento de comprender más, para que podamos temer menos”.