Tengo que confesar que hay un tema sobre el que me está costando mucho formarme una opinión clara y global. Un tema en el que dudo una y otra vez. Y sí, es el tema catalán.
Quería decirlo porque en otros asuntos sobre los que suelo escribir no me asaltan dilemas tan recurrentes, quizá porque parto de reflexiones anteriores más sólidas que me sirven de base para las nuevas ideas o para rectificar las antiguas.
Escribir sobre algo suele ayudar a dar forma al pensamiento, a formarse un criterio razonado… Por eso este blog se creó en torno a un eslogan que vincula la opinión con la libertad de expresión (de pensamiento). Por eso es apasionante, porque no hay muletas, ni deudas, ni clientelismo. Estás solo frente a tu propio razonamiento, sin más apoyo que la solidez que seas capaz de otorgarle.
Siendo así, pensé que solo escribiría sobre Cataluña si conseguía formarme una opinión sólida capaz de resistir los rápidos cambios de estrategia de sus actores, los diferentes posicionamientos o el vertiginoso suceder de acontecimientos.
Pero tengo confesar que no lo he conseguido, sobre todo cuando me alejo de los razonamientos más elementales e intento sacar conclusiones como en un artículo reciente: ¿Cataluña, imperio de la ley o dictadura?
Pues bien, confieso que me preocupan algunos cuestionamientos planteados por personas que han leído dicho artículo, interrogantes a los que debo confesar que hoy por hoy prefiero no responder de forma apresurada. Me tomaré algún tiempo para reflexionar. Mientras, dejo constancia de ellos:
-¿Me “pasé” al calificar de dictadura (aunque soft) la deriva del actual gobierno del PP? ¿No sería más preciso hablar de praxis autoritaria o de proceso involutivo?
-¿Soy rigurosa al afirmar la inexistencia de separación de poderes en España o se trata de interferencias semejantes a las que se producen en otros países de nuestro entorno que cuestionaría la calidad democrática pero no la democracia misma?
-¿Soy demasiado benevolente con las acciones de los independentistas, infravalorando su deliberada desobediencia de las leyes con el consiguiente desprecio del resto de los ciudadanos, descartando la posibilidad de cambiar las normas sin fracturas sociales tan profundas?¿Es admisible el señalamiento de los que no piensan igual? ¿Estoy pasando por alto su “relato” tendencioso y parcial plagado de inconsistencias e inexactitudes, poniendo el acento en sus legitimidades pero renunciando a señal las trampas de su propaganda?
-Si otros, como por ejemplo Granados, estuvieron casi tres años en prisión provisional en espera de juicio, por qué no habrían de estarlo los ex consejeros catalanes, imputados como él por delitos graves.
-¿He abandonado la crítica al nacionalismo ignorando sus funestas consecuencias históricas?
-¿He olvidado la solidaridad entre pueblos como instrumento vertebrador progresista, tanto de España como de la UE?
Isabel, no estás pasando un examen, nadie tiene que aprobarte, sigue diciendo lo que piensas, dudando, equivocandote, rabiando con las injusticias. Eres muy verdadera y eso es maravilloso y escaso.
Annabelle
Gracias, Annabelle.