Escribí este artículo hace cuatro años, con ocasión del mundial masculino de fútbol de 2014. Poco ha cambiado desde entonces en el mundo del fútbol aunque una nueva sensibilidad social tras el 8M alienta algunas esperanzas. Lo que sí ha cambiado definitivamente es el nombre del presidente de la Federación Española de Fútbol, que dejo intacto en el artículo para no olvidar cuánto me alegro de su caída.
Ganadoras de la Copa de la Reina 2018, sin reina y sin dotación económica.
“Si hay una actividad humana susceptible de estar en el punto de mira del feminismo debería ser el fútbol, que me atrevo a calificar como prototipo de fenómeno machista.
Creo que el hecho de que el llamado (para más INRI) deporte rey no forme parte de los gustos de muchas mujeres no justifica que la discriminación que sufren las que sí sienten interés por la práctica de ese deporte o por informar sobre él sea ignorada.
En España, lo más obvio del feroz “machismo” del fútbol reside en El Real Decreto de Federaciones Deportivas de 1991 que contiene un artículo que, de hecho, supone una de las más claras discriminaciones directas hacia las mujeres que perviven en este país.
El artículo dice: “La denominación de las ligas profesionales deberá incluir la indicación de la modalidad deportiva de que se trate. No podrá existir más que una liga profesional por cada modalidad deportiva y sexo en el ámbito estatal”.
Es decir, que la existencia de una liga de fútbol profesional masculina hace imposible la existencia de una femenina.
Se trata de una discriminación sexista que de una forma obscenamente explícita vulnera la Constitución española ya que el ejercicio de una misma profesión (en la misma categoría) por hombres y mujeres da lugar a diferentes derechos, cosa que amparan sin problemas los directivos de la Federación Española de Fútbol con el siniestro Sr. Villar a la cabeza.
Las consecuencias deportivas, laborales y legales de esta situación condenan a las futbolistas a una situación de precariedad que pocas profesiones desempeñadas por mujeres mantienen ya en estos días.
Pero hay más. Mientras las mujeres futbolistas sobreviven con contratos basura que ni siquiera pueden contemplar la verdadera actividad a la que se dedican, el fútbol mueve ingentes cantidades de dinero en operaciones poco transparentes, con un alto grado de impunidad tanto fiscal como en el pago de las cuotas a la Seguridad Social. Pero claro, la clase política, mayoritariamente compuesta por hombres, es aficionada al fútbol y se encuentra cómoda en los baños de multitudes que este espectáculo proporciona. Eso, sin contar con su ya sobradamente comentado efecto alienador.
Es verdad que, en general, el alejamiento de las mujeres de las profesiones mejor remuneradas no supone una gran novedad, lo que ocurre es que, en ese caso, es tan obvio e injusto que hasta nos sorprende que perviva.
El dominio masculino se asienta en la ideología patriarcal que hunde sus raíces en lo económico y que, por tanto, se derivan de la propiedad del dinero, del acceso a los órganos que sirven de palanca para acceder a él o, entre las clases medias y populares, mediante la discriminación laboral y la familia, en la que casi siempre se prioriza el empleo y los ingresos económicos del “padre” frente a los de la “madre”.
Todo esto se consigue haciendo que nos parezca normal la escasa proporción de mujeres en los ranking de riqueza mundial o nacional, en los órganos de dirección de las grandes empresas o que veamos con naturalidad que las mujeres opten por dedicarse al hogar o renuncien a su carrera profesional a favor de su marido o su familia.
De ese mismo fenómeno de exclusión de las mujeres de los entornos de poder forma parte limitar su acceso a determinados sectores, especialmente los que están asociados a dinero, fama o prestigio. ¿Quién querría renunciar al poder que proporcionan?
Por todo ello, no es sorprendente que la suculenta puerta del negocio del fútbol esté cerrada a las mujeres con varias llaves que guardan, entre otros, los integrantes de “la casta” futbolística entre la que se encuentra el Presidente de la Federación Española de Fútbol que lleva 24 años sin mover un solo dedo contra una norma anticonstitucional e injusta.
Estas son algunas de las llaves mejor guardadas:
Primera llave: Ambiente hostil hacia las niñas que juegan a este deporte en los entornos donde deberían desarrollar su práctica, en los campos municipales o escolares (financiados con los impuestos tanto de hombres como de mujeres) que, mimetizándose con el ambiente del fútbol profesional, exalta velada o explícitamente los supuestos valores viriles.
Segunda llave: Directamente, impidiendo el desarrollo del fútbol profesional femenino. Este fenómeno, además, evita que se proporcionen modelos a las niñas.
Tercera llave: Desproporcionada dedicación de los medios de comunicación públicos (financiados con los impuestos de hombres y mujeres) a deportes exclusivamente masculinos como el fútbol. Esto significa una gigantesca publicidad gratuita que crea y fomenta el fútbol masculino como fenómeno de masas capaz de generar importantes negocios que dan lugar a nuevos millonarios, todos ellos hombres, por supuesto.
Cuarta llave: Apropiación por parte de periodistas y otros profesionales (médicos, entrenadores, federativos, árbitros…) de todo un campo profesional. En los medios de comunicación, el fútbol se convierte, de hecho, en un coto cerrado para ellos. Como anécdota, podemos observar cómo las pocas periodistas que consiguen colarse en el “coto” de las retransmisiones siempre está alejada de los cómodos y mejor pagados puestos de comentarista en cabina quedando sistemáticamente relegadas a la subalterna posición “a pie de campo”.
Es hora de que dejemos de ver cómo cientos de mujeres siguen a sus equipos favoritos asumiendo con naturalidad que ellas nunca podrán ser protagonistas del espectáculo ni podrán participar del suculento pastel.
¡En algún momento hay que decir basta y arrebatarles la llave! ¿Por qué no hacerlo con ocasión de este Mundial?”