A raiz de la publicación, el 8 de marzo, de un pequeño reportaje sobre la iniciativa del AMPA del CEIP El Sol para la celebración del Día de la Mujer, ese señor que aparece en la foto, padre del centro que no fue mencionado en la entrada intencionadamente para que las mujeres ocuparan todo el espacio, nos escribió un amable comentario del que no me resisto a compartir una parte muy interesante.
Dice Jose:
“…quiero, justamente hoy, hacerte llegar un comentario sobre la sensación que tuve al leer el segundo párrafo: Hablas de ‘madres, alumnos y alumnas y profesoras’, y yo he pensado: ‘¿y yo?… ¿qué ha sido de ese individuo que asoma en la foto a cuyo pie acude este comentario?’ Entiéndeme bien, nada más lejos del reproche, pues yo mismo constaté con tristeza ser el único adulto-hombre que estaba en la sala. Nada más lejos del reproche, porque ese pequeño instante antes de que siquiera me pudiera sentir molesto, me di cuenta de que estaba a punto de sentir un ninguneo al que la mujer ha sido sometida durante siglos, estaba a punto de sufrir esa anulación que supone que lo que no se nombra no existe, estaba a punto de quejarme de sentirme tratado como una mujer… Cuánto nos queda por aprender, cuánto camino por hacer….”
Cuando más de la mitad de la población mundial, reivindica su derecho a existir y la ocupación del espacio que nos corresponde, muchos varones se sienten desplazados hacia un no lugar en el que se sienten incómodos. Muchos reaccionan violentamente puesto que no están por la labor de ceder privilegios, que es lo que tienen por el mero hecho de ser hombres, pero otros muchos toman conciencia de que el feminismo responde a una demanda justa. Estos últimos, a menudo, se preguntan y nos preguntan cómo puede un hombre ser feminista, cómo puede incorporarse a una lucha que creen legítima.
Desde luego no quejándose amargamente y volviendo a ocupar todo el espacio con sus quejas. Por supuesto que no dando lecciones de legitimidad y de discurso a las mujeres. Es más sencillo. Como Jose. Reflexionando, respetando, empatizando, dándonos la voz y acompañando nuestras experiencias.
Mis amigos más queridos lo hacen.
Para todas y todos quienes estamos en el día a día cooperando para construir una sociedad mejor, estas palabras de Rosario de Acuña, una pionera que nos habla desde el siglo antepasado:
“Feliz si allá en los siglos que vendrán, las mujeres elevadas a compañeras d ellos hombres racionalistas se acuerdan de las que haciendo de antemano el sacrificio de sí mismas, empeñaron la bandera de su personalidad en medio de una sociedad que las considera mercancía o botín”