Esta columna de hoy es un desahogo ante tanta tontería que se puede leer en las RRSS.
Leo a Esther García Pedroche que el feminismo es vindicativo, no trasgresor. Efectivamente, cuando las mujeres de mi generación y anteriores hemos transgredido no ha sido ese nuestro objetivo sino el de ocupar espacios vedados, tirar abajo leyes obsoletas y lesivas, reivindicar una sexualidad libre desligada de la maternidad, ejercer de facto la igualdad a la que creemos tener derecho.
Esto implica muchas lecturas, análisis, reflexiones, puestas en común y acciones políticas .Que iban desde concentrarnos delante de los juzgados para proclamar que éramos todas abortistas a crear una red paralela de consultorios ginecológicos donde se atendía gratuitamente a las mujeres y se las ilustraba sobre anticonceptivos , aborto y su propio cuerpo que muchas desconocían. Pasando por luchar en sindicatos, en partidos y en el conflicto obrero para incluir nuestras reivindicaciones.
Revisábamos la maternidad como imperativo que hacía desgraciadas a muchas mujeres, hablábamos de si la mujer era una clase en sí y para sí, discutíamos si el movimiento debía ser autónomo o debíamos aliarnos con los partidos políticos que, bien es cierto, nos ninguneaban a modo. Se argumentaba en torno a si el trabajo doméstico era productivo o sólo reproductivo y donde nos colocaba esto.
Transgredir es gratificante para el ego, te coloca bajo el foco de las miradas sociales pero que sepamos lo trasgresor que, al principio pica al poder, termina , si no se convierte en acción organizada ,siendo asimilado y vendido en el mercado capitalista.
Lo trasgresor aparentemente tiene que responder a esa pregunta: ¿a quién daña? ¿qué mecanismo de poder pone de relieve? Si respondemos a nadie, a ninguno, se trata de un artificio que obstaculiza más que ayuda.
Dijo Elisa una vez que el machismo es la neurosis que consiste en confundir el pene (parte del cuerpo masculino) con el falo (símbolo de poder).
Y aquí estamos.
Muchos hombres y por lo tanto portadores de pene, han decidido ser también mujeres pero conservándolo. Ser portadores del falo, todo el poder en una sola persona. El porqué argüido hasta el momento es que se trata de un sentimiento innato, de un cerebro femenino(que vaya usted a saber que es) prisionero en un cuerpo que no le corresponde. Y piden una ley que ampare el deseo como único pretexto para ser mujeres. Más mujeres que las mujeres. Porque lo quieren lo son.
Y muchas que hemos pasado nuestra existencia peleando a sangre y fuego contra el mandato de género impuesto, por que se nos reconozca que la inteligencia no tiene sexo, que las capacidades del ser humano son neutras con la salvedad de las que impone la lógica biológica, que queremos construir una sociedad de personas libres de condicionantes.
A nosotras, que pasamos de pelear con la regla, que la vimos con alivio normalizarse, nos dicen que no podemos hacer alarde de menstruar porque ofendemos que no podemos hablar abiertamente de maternidad y de úteros porque ofendemos, que sus deseos son órdenes para nosotras. Una vez más.
A quienes seguimos aplicando a la realidad un análisis materialista y creemos que los deseos individuales no engendran derechos y pensamos que la construcción social ha de ser colectiva y cooperativa, nos llaman TERF, incultas, amargadas, viejas.
Pero tratan de no llamarnos mujeres porque parece que estamos perdiendo el derecho a serlo.
“Estás antigua” le dijo a una amiga una nena cuir con barbas. Toda la vida pendientes de la depilación para acabar bigotudas y atándonos un dildo (pene artificial) a la cintura.
El Marqués de Sade no fue vindicativo, fue trasgresor y así nos ha ido a las mujeres.
Y ahora la pregunta:¿ a quién beneficia esto, a quién incomoda?
Sean sinceras al contestar.