A veces me pregunto si más allá de los “relatos” hay una forma de averiguar qué es lo correcto.
Pienso en mí, por ejemplo. En las elecciones pasadas voté a Unidas Podemos y antes de esas elecciones, abogué por un gobierno de coalición. De hecho, voté a UP para que “sumara” y pudiera reivindicar un lugar fuerte en un ejecutivo novedoso que consiguiera crear un círculo virtuoso entre dos partidos distintos, a favor de la gente.
Un ejecutivo que eliminara la reforma laboral, que tomara medidas para frenar los precios de las eléctricas y de los alquileres, que aboliera la ley mordaza, que asociara las pensiones al IPC , que resucitara la ley de dependencia…en fin, un ejecutivo de izquierdas que aliviara el altísimo precio que la gente había pagado por el modo en que se dio por solventada la crisis en España.
Pero hubo elecciones y el PSOE ganó esas elecciones sacando un porcentaje de votos y de escaños muy por encima de los que tenía y, contrariamente a mis deseos, Unidas Podemos las perdió.
Ese hecho que algunos se empeñan en ignorar hace que la exigencia de Iglesias de entrar en el gobierno de forma proporcional a los votos obtenidos suene a broma teniendo en cuenta que ni siquiera “suma”.
Personalmente, creo que Iglesias perdió la vicepresidencia del gobierno que tanto desea mucho antes de ponerse a negociar con Sánchez. Incluso mucho antes de las elecciones.
Sus posibilidades se vinieron abajo cuando fue incapaz de concitar consensos entre los grupos que un día emergieron como alternativa de izquierdas a la socialdemocracia y que, juntos, alimentaron sueños de renovación y justicia para los de abajo. Juntos y bajo su liderazgo.
Por eso creo que Iglesias perdió la vicepresidencia en “la interna”, en su incapacidad para aglutinar y para negociar y que trasladar ahora su órdago a la gente, tiene algo de indigno.
Como lo tiene su presteza a abandonar el “referendum” en Cataluña a cambio de entrar en el ejecutivo, como si pertenecer a la casta que tanto denostó fuera ahora vital.
Porque sigo sin entender por qué lo que hasta hace unos meses nos parecía un desiderátum (me refiero a una solución a la portuguesa) es ahora lo peor de lo peor y se aboga por unas nuevas elecciones antes que tratar de conseguirlo.
Entonces llegan “los relatos” y pienso si mas allá de esos juegos de ficción habrá un modo correcto de proceder, incluso en política.
Lo correcto me parece que pasaría, en este caso, por hacer una lectura crítica de los resultados electorales, reconocer los errores… y, a pesar de todo, tratar de ganar.
Y ganar es conseguir los objetivos sociales que necesitamos. Ganar no significa, no puede significar, ninguna otra cosa.
Pablo Iglesias debería entender que antes de ir a nuevas elecciones se puede, se debe, tratar de conseguir los objetivos sociales de su programa y aprovechar la negociación con Sánchez para obtener garantías de que se lleven a cabo.
Podemos puede hacer todos los referéndum internos que quiera ( por cierto, qué pasa con IU) pero no conseguirá ganar en ellos lo que perdió el 28 de abril, la fuerza que necesitaba para imponer su presencia en un departamento fuerte del nuevo gobierno.
La correlación de fuerzas, por vulgar que parezca, también se gana en las urnas. Y eso a veces nos permite distinguir la realidad de la ficción y nos orienta para hacer lo correcto.