La activista se hace mayor

Mayor en un sentido absoluto se usa para halagar a una criatura : ¡qué mayor estás Jimena! ¡ cinco añazos ya!. O bien dicho, sobre todo en plural: los mayores, para referirse al sector de la población en las antípodas de Jimena, es decir, las viejas y los viejos, senior como dicen en Europa, los abuelos y abuelas y según Sánchez y otras personas dedicadas a la política nuestros mayores. Todos términos edadistas, todos con una carga paternalista y peyorativa insoportable, todos dichos con compasión y falta de respeto.

Ser mayor tiene sus ventajas: disponer de tu tiempo, reducir considerablemente el precio del abono transporte y del gimnasio y piscina,de los museos y de algunos otros lugares que tienen la deferencia de hacerte rebajas sin tener en cuenta si te apellidas López o Botín, lo que tampoco parece muy sensato.

Pero para una activista es un momento bastante amargo aquel en el cuál no te atreves a apuntarte a un grupo de pintadas o cualquier otra actividad nocturna e ilegal porque sabes que ya no puedes correr como antes y te ves ridícula dando explicaciones a un agente de la autoridad, espray en mano.

Para que hablar de hacer pancartas. Te tiras al suelo para rellenar letras y te sobreviene un dolor de rodillas insoportable, te tienen que ayudar a levantarte y se te queda enganchada una cadera. Les dices que te vas a tener que dedicar a otras tareas más adecuadas a tu estado físico y se ríen. Pero tú lo dices en serio.

De ocupar ni hablamos. Una parte de mí dice: ¡hay que ocupar porque nos están quitando los espacios!. Otra se ve llevando agua y víveres a quienes ocupen porque ni te planteas tirar abajo puertas, tapiar ventanas, dormir en el suelo entre mugre y ser arrastrada por la policía.

Luego están los debates, ¡ay los debates!. Todos te recuerdan tus años mozos porque se vuelven a repetir los temas, la juventud no se ha leído los mismos libros que tú y se dan por hecho cosas que a ti te parecen producto de pesadillas nocturnas o de una gran “ausencia de ignorancia”. En fin, que te pones vehemente, te dicen. Será eso. O no. Será darte cuenta de que hemos perdido el relato y la batalla. Y eso es muy deprimente.

Así que ahí estoy, buscando mi lugar bajo el sol. Y muchos días durmiendo la borrachera de frustración y de amargura que me cojo cuando me obligo a mí misma a asumir mi edad y mis circunstancias.

¡Una mierda!

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