Dice Sánchez en una entrevista reciente que hay poderes fácticos.
Conminado a dar nombres, incómodo, señala a la industria de la energía cuya guerra con el gobierno, con los gobiernos, es de sobra conocida. No se atreve a más. Tampoco quiere seguir por ese camino. Cómo iba a querer, si la entrevista la concede horas después de finalizar la Cumbre de la OTAN, una Cumbre en la que entramos con un gran enemigo y salimos con dos.
China ha pasado a ser el siguiente de la lista de enemigos del mundo libre y por tanto, enemigos de España y de Europa. En este caso, como pasa con la industria energética, tampoco es un secreto qué mano mece la cuna que nos obliga a asumir al nuevo enemigo.
Y es que EEUU hace y deshace. Estados Unidos nos crea los enemigos para poder defendernos de ellos. Así que le necesitamos para todo. Para tener enemigos y para estar a salvo de ellos. Eso, claro, tras pagar un jugoso peaje a sus industrias (los poderes fácticos de allí) y a sus políticas geoestratégicas, algo que para Europa se traduce en gastar el 2% en armamento, sufrir una nueva crisis económica que tal vez derive en recesión y asumir la hambruna que se cierne sobre África y las consecuencias que semejante tragedia tendrá sobre los flujos migratorios.
Porque, aclarados de sobra los intereses de la industria armamentística, cabe preguntarse por qué, además del apoyo militar de los aliados, la defensa de Ucrania obligaba a imponer a Rusia determinadas sanciones económicas de nula eficacia para parar la guerra pero de desastrosas consecuencias para la economía europea, como se está demostrando cada día que pasa.
¿No bastaba con desatar una larga guerra de desgaste, que es lo que tendremos de todas formas?
Parece que en la OTAN había más manos meciendo la cuna de esta guerra. Y no son solo las de las armas o la energía que Sánchez reconoce en España. Está también la de determinadas políticas expansionistas que esconden bajo grandilocuentes proclamas, intereses espurios hacia los propios aliados.
Pero según la Cumbre de Madrid, no debemos preocuparnos. No más de lo necesario para aceptar sin demasiadas protestas las medidas que los ciudadanos europeos, especialmente los más vulnerables, habrán de pagar.
Estados Unidos nos obliga a suicidarnos aceptando crisis de imprevisibles consecuencias sociales, económicas y políticas o pasos atrás en la consecución de objetivos medioambientales claves para el planeta, pero ha prometido que si es necesario vendrá a salvarnos de la cicuta. Lo que no queda claro es si será antes o después de que nos la hayamos tomado, porque eso no queda dicho. Y si no, que se lo pregunten a Alemania.
De momento, solo se afirma que somos uno para todos y todos y todos para uno. Ya veremos lo que opina Trump al respecto.
Pero gracias a Las Meninas hemos conseguido llegar eufóricos al final de la Cumbre, la que nos ha traído nuevos y poderosos enemigos. Con ella se escenifica el nuevo modus operandi de EEUU inaugurado por Biden con Ucrania tras abandonar Afganistán deforma vergonzosa. Allí no había ya “aliados” dispuestos a pagar la factura. Allí las mujeres afganas habían dejado de ser relevantes y no merecían la defensa prometida por Occidente.
Porque no era nuevo el larguísimo contencioso de EEUU con Rusia sobre la expansión de la OTAN en el Este de Europa. Pero sí lo era el deseo de ambas partes de romper el equilibrio y su coincidencia en debilitar a Europa.
Cada uno tenía, ahora sí, ahora en suelo europeo, algo que ganar.
De ese modo, cuando Putin manda el pasado diciembre una carta desafiante a Biden advirtiéndole de lo que pasará si Ucrania es admitida en el tratado del Atlántico Norte, Biden, de forma no menos desafiante, se reafirma en mantener las puertas del tratado abiertas a Ucrania. Y eso, a sabiendas, ambos, de que esa entrada de ninguna manera podía ser inminente. A sabiendas, ambos, de que se estaba hablando de décadas y no de años.
Y el 24 de febrero Rusia invade Ucrania. Los dos grandes contendientes tiran los dados sobre el tablero de Ucrania. Una nueva partida acaba de comenzar.
¡Qué irresponsable Zelensqui al prestarse a ser el convidado de piedra en el comienzo de su propia guerra!
Porque ni siquiera se mantuvieron las formas dando algún papel a su gobierno en las negociaciones y mucho menos a su pueblo, que, como siempre, habría de pagar en vidas humanas esta apuesta de los poderosos, el precio exigido por el complejo industrial norteamericano que con tanto mimo meció la cuna en la que se redactaba la misiva de Biden que, lejos de apaciguar, prendió la mecha de la invasión.
Se trata de vidas que no aparecen en el balance de pérdidas y ganancias de las empresas que multiplican sus beneficios gracias a esta nueva guerra.
Solo queda preguntarse si Ucrania alcanzará el 2% de muertos en esta contienda. Seguro que sí. La guerra promete ser larga.
Va ganando USA porque Europa ya paga el petróleo a ellos y se les compra también los cereales. A precios desorbitados. Y aquí mientras, los usureros de las grandes tiendas suben en 2 semanas el litro de leche más de 30 céntimos y eso es lo menos, el pescado o la carne?
Y mientras, crean “malos rollos” porque EEUU está en otro continente, a ellos les da igual que tiren una bomba no mil
Así es. Ellos ganan. Europa pierde. Esta vez les sale mejor que Afganistán.
No hay que olvidar que, además del 2% del presupuesto para defensa?, hay cantidades desorbitadas invertidas en investigación y destinadas a defensa. ¿Cuando nos van a contar cuanto presupuesto se dedica realmente a defensa y cuanto al resto de investigaciones, que tienen un interés mucho mayor para todos?.
Efectivamente. Según parece, si se contabilizara todo, estaríamos muy por encima de ese porcentaje.