La Memoria de Huesca

Huesca fue desde la sublevación de Franco, zona nacional y así siguió hasta el final de la guerra. Por eso el desideratum de un general republicano “mañana tomaremos café en Huesca” se terminó convirtiendo en un chascarrillo irónico para la tropa. Orwell prometió tomar ese café a su vuelta a España. Nunca pudo cumplir su deseo. Hasta 2017.

Una luminosa mañana de esta primavera contradictoria, nos adentramos en el Museo de Huesca de la mano de Víctor Pardo Lancina, comisario de la exposición “Orwell toma café en Huesca”. Asistimos a un relato magnífico sobre la Guerra de España a través de la figura de Eric Arthur Blair, conocido como George Orwell, periodista, escritor, militante de la causa de los más desfavorecidos, antiimperialista, antiestalinista, controvertido, y, sobre todo, luchador por la Libertad.

Orwell se alistó a finales del 36 en la columna del POUM y sirvió a la causa republicana en el frente de Aragón, hasta que, después de una grave herida y de que el POUM hubiera sido declarado “enemigo” por el Partido Comunista, abandonó España en el verano del 37.

La exposición nos narra con abundante documentación, el contexto del personaje y cómo él y otros muchos intelectuales y periodistas progresistas acudieron a la llamada de socorro de una España que se vio violentada por una sublevación militar apoyada por la oligarquía y el clero más rancio que, a la postre, logró truncar la oportunidad de modernidad y europeísmo del país. Se cuenta también la profunda división entre las fuerzas republicanas en torno a “ganar la guerra” o “hacer la revolución social” y las influencias de algunos aliados para sentar en el banquillo a parte de los combatientes. En fin, se narra la tragedia.

Por si esto fuera poco, Víctor nos conduce a otro rincón del museo donde, de manera permanente, se honra la memoria de otro referente oscense de la lucha por la Libertad y la Justicia. Se trata de Ramón Acín, pintor, escultor, ensayista, periodista, político y anarquista pacifista. En estos días, dicho espacio lo ocupa la memoria de su esposa Concha Monrás, que, junto a él vivió una vida breve y crió a dos hijas, educándolas en casa según sus principios. Concha fue una mujer moderna y consecuente con sus ideas en la Huesca del primer tercio del S.XX. Lo cual es en sí mismo un valor.

Cuando los militares oscenses se sublevaron con Franco, Ramón y un amigo se escondieron en su casa en un zulo. Todos los días los falangistas iban a la casa a buscarle y agredían a Concha para intimidarla. El 6 de agosto, Ramón no pudo más y salió. Se los llevaron a él y a Concha. A él lo mataron esa misma noche y a Concha el 23 de agosto junto con 94 personas más en las tapias del cementerio.

El cementerio de Huesca tiene ahora un memorial dedicado a esas 95 personas, erigido por suscripción pública. También están allí enterrados Galán y García Hernández, los militares sublevados en Jaca y fusilados en 1930. Ramón y Concha descansan juntos con sus dos hijas en una sepultura familiar. Todo el cementerio es testimonio de la represión y de numerosas muestras de recuerdo a los muertos republicanos.

Lo único que deja un sabor amargo es que el asesino está en el mismo cementerio.

La memoria de la obra de Ramón y su hija Katia se encuentra en la página de la Fundación que lleva sus nombres.

http://www.fundacionacin.org/

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