Me pregunto si un partido político tiene legitimidad para enmendar el poder de las urnas. Deberíamos recordar que las listas electorales de los partidos no solo dan cuenta de los nombres de los candidatos y candidatas, sino también de un orden concreto de aparición en ellas.
En el reino Unido, los y las diputadas rinden cuenta a los electores de su circunscripción y tienen contacto permanente con ellos.
Aquí, las circunscripciones son meras pantomimas al frente de las cuales los comités electorales de los partidos colocan a los candidatos que, según ellos, deben salir elegidos tengan o no relación con dichas circunscripciones.
Pero aunque España tenga esta disfunción, lo cierto es que cuando un votante se enfrenta a unas elecciones, se encuentra con una lista que, aunque cerrada, muestra el nombre de los y las candidatas en un cierto orden. Cuanto más arriba está el candidato en dicha lista, más posibilidades tiene de salir elegido y mayor será su relevancia parlamentaria. Así que la ciudadanía lo que vota es una lista de candidatos y candidatas en un orden muy concreto.
Chirría asistir al baile de sillones que hemos presenciado tras Vista Alegre 2 y que ya dio que pensar cuando la gestora del PSOE destituyó a Pedro Sánchez.
El paso de Errejón a la segunda fila del hemiciclo, de Bescansa a la cuarta y demás cambios físicos y de peso político parlamentario, además de ser una exhibición de poder de dudoso gusto, me parece una expresión profundamente antidemocrática.
Me pregunto si un partido, una gestora, un comité o cualquier otro órgano de un partido tiene legitimidad para enmendar lo manifestado por los ciudadanos y ciudadanas en unas elecciones. Y también me pregunto de dónde puede emanar ese supuesto poder. No olvidemos que, además, los partidos son organizaciones que ni siquiera están obligadas a regirse por normas democráticas.
Cuando alguien votó la lista de Unidos Podemos, votaba tanto la posición ocupada en ella por Pablo Iglesias como las de Errejón o Bescansa.
Por eso choca que la votación de Vista Alegre 2 haya venido a enmendar la plana a lo votado por los ciudadanos ya que hasta ahora no habido ninguna elección que anule el número de orden que ocupaban íñigo Errejón y Carolina Bescansa (por poner dos ejemplo significativos) en la lista electoral por la que salieron elegidos. Posiciones que, por otra parte, propuso a los electores la propia formación de Unidos Podemos.
Me parece obsceno que se olvide de este modo de dónde proviene el poder que creen ostentar los partido políticos tanto como que las luchas de liderazgo de esos partidos prevalezcan sobre el inalienable mandato de la ciudadanía expresado en las urnas.
Porque la partitocracia española se manifiesta en la utilización de los y las congresistas como simples peones al servicio de un ente superior que es el partido. Así, ni los diputados responden a sus propios electores como en el RU ni los partidos realizan caucus como en EEUU ni están obligados a regirse por normas democráticas y , además, penalizan (cuando no prohiben) el voto en conciencia…pero eso sí, sus líderes hacen y deshacen en el Congreso de los Diputados confundiendo la democracia soberana del pueblo con las dinámicas de sus propias formaciones.
Todo el poder para los partidos políticos
O sea, que practican una especie de todo el poder para los partidos en lugar de todo el poder para el pueblo.
Y era de esperar que, al menos los nuevos partidos, tuvieran claro que ambas cosas no son lo mismo.
También extraña que los grupos que forman Unidos Podemos (En marea, En comú podem, Compromis, Izquierda Unida…) no tengan nada que decir.