El otoño se acerca pero ,en este final de verano , la melancolía ya se escurre por mi cuerpo fatigado de no hacer nada.
Tengo la sensación de ser un buey tirando de un carro lleno de piedras, obstáculos. Tiro con otras personas que, obstinadas como yo, no quieren darse por vencidas, aún no.
Pero el contexto está lleno de excusas para no sumarse al carro. Todas razonables, todas razonadas. Tirar del carro no es prioritario, relevante, comprometedor. Primero está la supervivencia.
Y llega un momento en que no somos suficientes. Somos pocas y nuestros pies se hunden en la tierra, nuestras piernas no dan más de sí, queremos descansar.
OH! Por qué os paráis? Hay que mantener esto vivo! – dicen
Hay que llegar allí donde vamos a tirar las piedras!- dicen
Hagamos un llamamiento por redes sociales para que se apunte más gente-dicen
Nos miramos. Hemos perdido la batalla. El relato. La iniciativa. La calle. Hemos perdido y lo peor es que nos han convencido a la mayoría de que esto es el lado correcto de la historia.
Nos miramos y, sin decir palabra, nos acercamos otra vez a las cuerdas que nos uncen al carro, cogemos cada quien la nuestra y seguimos tirando.
Porque hermanas, somos la resistencia.
Si no, no hay razón para levantarse de la cama cada mañana.