Tratábamos una tarde una amiga y yo de rememorar el momento de nuestra infancia en el que tomamos conciencia de ser mujeres desde dentro de nosotras mismas, como una necesidad de identificación y de identidad que se hubiera producido en nuestro interior y que no podíamos sino asumir como tal. Y por más vueltas que dimos no logramos nuestro propósito sino esto otro:
Yo no me dije nunca, Julia, eres una niña. A mí me lo fueron diciendo. Nací con vulva, mucho pelo en la cabeza y la nariz grande y mi padre, como me transmitió mi madre, dijo algo como vaya, es una nena. Ya fui colocada, nada más nacer con mi vulva, mi pelazo y mi nariz de patricia romana en el lado de la decepción.
Un día me dí cuenta que hacer pis de pie, permitía a los chicos dominar el entorno mientras meaban y no estar en posición vulnerable y humillante. Así que probé a hacer pis como los chicos, como los chicos malotes, porque fue en el rellano de la escalera de mi casa. Se me hizo ver cuál era la posición que debía adoptar una nena, por supuesto. Siempre les envidié por ello. Mucho tiempo después, había una mujer en situación de calle que vestía faldas largas. Se acercaba al alcorque de un árbol abría las piernas de pie y allá va. No producía a todas fascinación constatar que debajo de las faldas, no llevaba bragas.
Pedía pistolas, libros y vaqueros e indios en reyes. Me los traían. También cocinitas y muñecas a las que sentaba delante de mí para darles lecciones.
Siempre me ha gustado mandar en los juegos. El primer verano que conocía a mi pandilla de Ciudad Real, un nene llamado Carlines me dijo que en el juego de guerras que íbamos a hacer, yo sería enfermera. Le contesté que no, que iba a ser general como él. Y en una drea, me hizo una brecha con una piedra.
Me ha gustado tomar la palabra, ir a mi bola, ser lista, ser reconocida por mi inteligencia.
Amiga, eso tiene un precio. No me he llevado bien con los hombres. No porque tuviera envidia de pene sino porque yo quería el falo, es decir el poder que me correspondía.
Como nací en el año 55 y la sexualidad no existía y las familias hacían lo que podían, nadie pensó nunca que podía querer ser un hombre, solo que era una marimacho, es decir, que quería hacer lo que hacían los chicos porque era más divertido, tenían más libertad e iban a más sitios. O sea que me cagaba en el género un día sí y otro también.
Pero como me dijo una noche un amigo mío: eres genial como amiga y colega porque piensas como un hombre, pero una relación amorosa contigo…..ufffff.
Eso crea un malestar profundo. No quieres seguir el mandato y transitas por la vida cogiendo de ella lo que te parece como ser humano. Pero lo pasas mal. Odias la regla que duele e impide. No quieres ser madre, te horroriza la sumisión al macho, te odias a tí misma.
Pero llega el feminismo, Thanks Godess, y te da una explicación a tu malestar, le da sentido a tu rebeldía, te pone en comunidad con otras mujeres que como tú quieren acabar con el mandato, te enseña a luchar, te conforta y te quita el dolor de la regla.
Soy sexo y no quiero ser género. El género es opresión. Es sufrimiento.
Y ahora, cuando hace tiempo que no tengo regla, tengo un hijo, me he jubilado y estoy separada, vienen una troupe de conversos dispuestos a despellejarme como hicieron con Hipatia y me dicen cosas tales como que soy tránsfoba, opresora de las personas trans, vieja feminista radical que ójala me muera ya pronto y una serie de lindezas más.
Por decir que el sexo es bien real y que el género es una invención del patriarcado. Por negarme a ser cis porque nunca asumí el género impuesto sobre mi vulva. Por negarme a ser persona menstuante, porque ya no menstrúo y porque he conocido muchas mujeres con amenorrea. Por negarme a ser persona gestante porque eso es una circunstancia puntual por la que muchas mujeres no quieren o pueden pasar en sus vidas.
Soy una mujer abolicionista del género. ¿Pasa algo?
Dedicado a J.K. Rowling que tan buenos ratos me ha hecho pasar y con quién me solidarizo totalmente ante el acoso que está sufriendo. Y ella tratando de explicar lo que opina en su ingenuidad.