Tras mi último artículo sobre la felicidad, algunos amigos me han pedido que me “moje”, que diga algo más sobre qué pueda ser eso de la felicidad o incluso cómo la entiendo yo misma. La verdad es que llevo tiempo pensando en el asunto quizá porque creo que en el mundo occidental hay poca cultura de felicidad (no me refiero, claro está, al mercado de la felicidad obligatoria que inunda las redes y las librerías con consignas de autoayuda y frases ingeniosas). De hecho, a menudo me ha llamado la atención que en la ciencia-ficción siempre se imaginaran distopías (la última Blade Runner me parece en ese sentido un decepcionante ejemplo de camino trillado), como si no fuera posible imaginar un mundo feliz que no haga de los seres humanos perfectos idiotas.
Por esa razón, y para reflexionar sobre otras muchas cosas como la conciencia humana, los lenguajes y el conocimiento, los recuerdos o el amor, he comenzado a escribir una novela que se desarrolla en un futuro no demasiado lejano cuya sociedad no es distópica. Para ello, he aceptado el reto de imaginar la felicidad humana, o quién sabe si poshumana. Aunque lo que quiera que sea esa felicidad, junto con todo lo demás, no se comprenderá hasta terminar el libro (por supuesto, tampoco lo comprenderé yo misma), traslado aquí el fragmento de una carta del comienzo del relato (es un primer borrador, claro) en el que Leo, un personaje de la novela, intenta explicar a otro, Asayé, cómo es la sociedad en la que vive y a la que ella está a punto de llegar.
“…Para terminar mi visión del momento actual, querida Asayé, he de decirte que, por lo demás, nuestra vida es feliz. Mantenemos las mejores aspiraciones humanas y sus formas de placer. No rehuimos las frustraciones pero hemos aprendido a superarlas sin daño para nuestra personalidad, cada vez menos iracunda. Cada fracaso lo convertimos en mejora, oportunidad y aprendizaje. Tenemos cuatro grandes pasiones, el conocimiento, que nos hace seguir la estela inteligente de los Robs; el desarrollo de nuevos lenguajes cada vez más abiertos y certeros, el amor entre iguales (los iguales a su vez son de naturaleza y gustos muy diversos) y la creatividad artística. No tenemos que hacer trabajos desagradables pero dedicamos un porcentaje de nuestro tiempo a la colectividad que nos es requerido según las necesidades.
Hemos terminado en el planeta con el saldo negativo de energía y la que usamos no es contaminante ya que la extraemos de forma limpia del sol, el agua, el viento y el fuego. No deja de ser paradójico que seamos capaces de utilizar energía no contaminante, cuando estamos a punto de ser inmunes a la contaminación.
En lo que a nosotros se refiere, hemos adoptado un desarrollo basado en la última vida humana que conocimos en el siglo XXI por lo que, a pesar de todos los cambios, no te sentirás una extraña. Vivimos en casas uno o más individuos según afinidades, sentimientos o proyectos. En todo caso, no hay falta de vivienda lo que hace muy fácil el polimorfismo social. De hecho, no hay escasez de ningún tipo y eso nos permite crear formas de vida y diseños de felicidad cada vez más sorprendentes. Las novedades que consideramos exitosas son incorporadas con facilidad por los individuos y, de ese modo, la sociedad se transforma constantemente. Hemos adoptado la diversidad y el cambio como lemas de nuestra nueva existencia puesto que la diferencia entre estados emocionales o intelectuales nos aporta la energía vital necesaria para evolucionar y ser.
Hasta el momento, también mantenemos diferentes formas sexuales como masculino y femenino, pero solo permanecerán si conseguimos eliminar las trazas que aún persisten del patriarcado en el que sustentaba la antigua sociedad. Si no es así, tal vez nos decidamos a introducir cambios sustanciales.
Ahora solo me queda esperar a que el programa de vuelta a la vida en el que participas tenga éxito y pueda volver a verte. Ojalá sea así, por tu bien y por el de todos nosotros.
En la Tierra, año2090,
Leo”
Querida Isabel. Efectivamente la Felicidad es un estado de bienestar y satisfacción que requiere unos mínimos vitales: seguridad, un techo, comida, acceso al patrimonio común. No sé cómo se ha llegado a esa situación en tu novela (que deseo poder leer cuanto antes) pero me gustaría que fabularas o fabuláramos sobre ese paso, esa revolución ¿o evolución? o reflexión post-desastre, o lo que sea. Siempre inspiradora, amiga mía.
Seguiremos buscando caminos que aporten algo de luz. Hagámoslo junt@s
Isa…tus escritos sobre la felicidad me consternan y a la vez me dan fulgores de optimismo. Escribes con tanta razón como como con lo que se nutre el arte y las cosas bien hechas en general: la pasión.
Llevo mucho tiempo en tratar de mirar el futuro con optimismo e insuflarme (a mi mismo y a los míos) valentía y optimismo. Pero no logro mantenerlos como una constante en el vivir, en la cotidianidad, en refugio del aprendizaje constante . Los altibajos son cada vez más grandes en sus picos. Y sin embargo trato de aumentar ( en sus frecuencias e intensidades) las alegrías, a falta de la efímera felicidad. Gracias por la sabiduría con que escribes, por la constancia, por regalarnos visiones que coexistenten más allá, por ello mismo, de las contradicciones y la complejidad, por retomar la argumentación y la dialectica y los fundamentos éticos en tus aportes maravillosos en el oficio de la escritura.
Gracias por ser y por escrbir.
Gracias Fernando por tus ánimos. Yo también flaqueo. A veces pienso que la felicidad no es un reto para humanos, pero lo que es seguro, como han dicho antes que yo, es que se trata de un camino y en él también hay lugar para lamerse las heridas.