Un amigo me hizo ver que en mi último artículo “El miedo y la furia” había cometido una falta de ortografía: escribí aporafobia en vez de aporofobia. Eso me pasó por utilizar un término culto en lugar de llamar a las cosas por su nombre. Dices aporofobia y se horrorizan las personas leídas de buenos sentimientos. Pero son pocas. Hay que decir que esta sociedad y miles de sus individuxs tienen miedo y rechazo a lxs pobres. Fobia a las personas “desfavorecidas”, “vulnerables” “en riesgo”. O sea, fobia a las personas que poco o nada tienen. Que lo pasan mal. Que no tienen modales. Que, a veces, van sucias. Que viven en la calle. Que son chonis y poligoneras. Que no tienen una escala de valores que pase la prueba del algodón. Que son horteras y con mal gusto. Que muchas veces son desafiantes. Que no les da la gana cumplir las normas.
Y sobre todo que siempre están pidiendo y haciendo alarde de su pobreza. Que no se conforman con comer de vez en cuando. Que les gusta beber vino como a tí pero de cartón porque no hay para más. Que se convierten en molestos espejos de tu consumismo y tu frivolidad. Que también les gustaría llevar zapatillas de marca y tener buena conexión de wifi, y vivir en una casa sin humedades, con ascensor y suficientes metros cuadrados para toda la familia. Que no pueden apreciar como tú una bella puesta de sol en Almería, ni hacer senderismo en Asturias, ni emocionarse en Berlín.
Que no leen, ni van a museos. Que no llenan conciertos a no ser que sean gratis. Que no tienen formada una opinión sobre la teoría queer, que ven sálvame, que se sientan en poyetes y escaleras de los barrios a fumar porros.
Que están tan lejos de lo que consideras normal que ni te acuerdas de su existencia, ni te haces cargo de su miseria, ni empatizas con su forma de sobrevivir la vida.
Lxs pobres no son todxs iguales. Algunxs mantienen lo que tu piensas que es dignidad y de vez en cuando hablas de ellxs en algún escrito o te interesas por su suerte. Otrxs sin embargo, no se amoldan a los criterios de lo digno y entonces se vuelven incómodxs, molestxs , hieren con su presencia.
La pobreza carece de patria, la pobreza aboca a la soledad, la pobreza es juzgada como un fracaso de la persona pobre. Pero no habría pobreza si no hubiera riqueza. No habría pobreza si hubiera reparto. No habría pobreza si hubiera igualdad.
Flora Tristán les llamó parias. La Internacional (que seguro que has entonado alguna vez), les insta a alzarse con la promesa de que los nada de hoy todo han de ser.
Pero lxs parias de la Tierra , de momento, van perdiendo el relato. No tienen voz. Son objeto de “ayuda”, no sujeto de justicia.
Esta tarde estoy triste porque en la parte de mi barrio donde habitan lxs parias, cada vez hay más familias que no tienen qué comer. Y donde habito yo, la gente se angustia pensando que no pasamos de fase y no van a poder juntarse en las terrazas a beber cerveza, ahora que viene el buen tiempo.
Y así estamos. Mirándonos el ombligo y tratando de decidir si nos hacemos un piercing por si abren las piscinas.