Pronto iniciaremos una serie de publicaciones con trabajos en los que trataremos de perfilar la personalidad y biografía de figuras históricas de referencia que nos han llamado la atención por unos u otros hechos de su vida.
Seguro que no es la primera vez que alguien destaca las biografías de estos personajes, como tampoco Fleur Jaeggy fue la primera que escribió sobre unas vidas conjeturales o Marcel Schwob imaginarias. Todos acabamos repitiendo las vidas paralelas de Plutarco o las historias de Herodoto.
Empezaremos con la que sigue:
“Algunas de sus biografías resaltan un hecho en su infancia que ella misma recuerda en las cartas a su madre pocos días antes de morir. De niña, en una de aquellas noches en las que su madre trataba de calmarla para que conciliara el sueño, le cuenta la historia de las puertas de oro y alquitrán.
El cuento trata de una niña huérfana que vivía con su madrastra autoritaria y con la hija natural. Nuestra cenicienta paseaba solitaria por el bosque. Un día vio dos puertas: una de alquitrán, la otra de oro. El anciano que las custodiaba le dice que puede elegir por dónde pasar. La niña decide traspasar la puerta de alquitrán, y entonces caen sobre ella hebras doradas de los árboles. La niña corrió a contar lo sucedido a la madrastra, quien le pidió a su hija natural que fuera al bosque a buscar la riqueza. Y eso hizo. Llegó a las puertas cerradas y allí estaba el viejo repitiendo que podía elegir. La hija recordó los consejos de su madre y eligió la puerta brillante, pero en cuanto entró una nube de alquitrán la cayó encima como una trampa.
En su última carta, le agradece a su madre el relato infantil, que siempre habia recordado y le explica que, si la vida le diera otra oportunidad de elegir, escogería también la puerta de alquitrán, la puerta del “conocimiento humilde”.