El otro día fui a pasear al Retiro. Lugar mágico de mi infancia y adolescencia. Refugio para mi melancolía. Naturaleza al alcance de la mano.
Bueno, pues me enfadé.
Hace pocos años, las terrazas del Retiro salieron a concurso. Sus antiguos arrendatarios no pudieron competir con las nuevas condiciones y con las empresas que licitaron y el resultado fue que aquellos lugares de quedada, de reposo y de atención familiar, fueron sustituidos por chiringuitos sin personalidad pero con wifi que funcionan en plan autoservicio (sin bajar los precios) y con falta total de cariño por la clientela.
Deben presuponer que estamos de paso, que somos visitantes ocasionales y el trato es similar al que se da a las personas en turismo en el centro de Madrid: mierda a precio de oro y nula empatía.
Como mi acompañante y yo somos fumadoras, solicitamos un cenicero para no ensuciar y nos contestaron que no tenían y que no pasaba nada si tirábamos las colillas al suelo. Ante nuestro asombro y el reproche que les hicimos por no cuidar el parque, nos contestaron airados que no tenían ninguna obligación de tenerlos con cara de “señoras, no molesten”.
Tampoco tenían el refresco que pedí y, en su lugar, me tuve que tomar una bebida isotónica que maldita la falta que me hacía dado que había dado un paseo, no corrido la maratón.
Una penita.
Sin embargo, los váteres públicos siguen siendo estupendos, con un amable señor que te da papel y conversación mientras esperas la fila.
También te diré que nos quedamos en la maldita terraza porque estábamos en shock después de ver una exposición de Tetsuya Ishida (qepd), sobre la alienación a la que nos somete el capitalismo. Y ahí estuvimos, alienadas nosotras también al salir del palacio de Velázquez.
Quienes parecían tan contentas eran las decenas de familias y pandillas que, provistas de mantas, neveras, bañadores y demás, hacían pic-nic en un césped que antiguamente no se podía pisar. Y así está, como las soñadoras, desapareciendo.
¿Por qué se tienen que estropear todos los lugares de mi infancia? Será la democratización del ocio o algo así. Yo creo que nos hemos vuelto muy guarros, que somos mucha gente y que el ayuntamiento pasa del Retiro porque es más fácil más tener contenta a la gente que educarla en la idea de que los espacios comunes son de todos y todas y hay que cuidarlos.
¿Me estaré volviendo una amargada?.