Yo es que me muevo en un mundo en el que hay que esperar, con suerte, al miércoles para poder ir al cine con descuento. Un mundo en el que tardas mucho en llegar a cualquier sitio porque has de usar el transporte público, tengas un esguince o las dos piernas sanas. Un mundo de presupuestos constantes para pagar todo lo que hay que pagar y además darte un gusto, también con suerte.
Y digo con suerte porque yo tengo trabajo y no está mal pagado para los estándares del mercado laboral. Así que soy afortunada. Por eso hay cosas que no entiendo de la transversalidad, ese concepto tan de moda en política general y en feminismo. Y te las voy a comentar a ver si, echándolas fuera consigo aclararme.
Supongamos que hablo de Errejón. Tiene ante sí la operación Chamartín y los desahucios ordenados por los jueces a instancias de la banca. Tiene que hacer política para los bancos, arquitectos de élite, constructores… y al mismo tiempo para las personas damnificadas por los bancos, arquitectos de élite, constructores y jueces. ¿Cómo se las va a apañar el pobre? Seguro que alguno se le va a molestar, o se va a quedar jodido.
Tiene que hacer políticas para que las mujeres no se vendan en el mercado de los vientres de alquiler y al tiempo para los varones homosexuales que quieren tener hijas e hijos con su carga genética y pagan a mujeres para que los gesten. Alguna se va a molestar o se va a quedar jodida.
Tiene que acabar con la violencia estructural que implica la prostitución y combatir la trata de mujeres y niñas. Pero se encuentra con el deseo de los proxenetas de tener negocios legales y le susurran al oído que lo más importante es el deseo y que cada una haga con su cuerpo lo que quiera. ¡Cómo si esto fuera la realidad! Será lo que quiera el putero. Bueno, que ese también vota.
A mí lo que me parece es que, en mi modesto entender, esto de la transversalidad, no hay derechas ni izquierdas y todos somos un pueblo a quien hay que atender, es un imposible. No se pueden sacar votos de todos los sitios, ni se pueden obviar los distintos intereses de clase.
Y si no, ¡mira Cataluña!. La parte pueblo catalán burguesa, pudiente y corrupta convence a la parte pueblo catalán trabajadora y sencilla de que se envuelvan en la bandera y de paso se cepilla el estado del bienestar. ¿Qué pueblo es ese?¿Qué derechos comunes son esos? ¿Qué tomadura de pelo es esta?
Yo no soy teórica, me hago preguntas y me nublo con conceptos tan oscuros.
Errejón, ¡lo llevas claro!
Hola, activista. No sabría yo responder a los dilemas que planteas en tu diario, pero sí me parece justo aclarar que, a mi también modesto entender, lo de la transversalidad nada tiene que ver con dar gusto a los bancos, los proxenetas o las constructoras. A partir de la idea que gráficamente se expresaba hace unos años como “los de arriba” y “los de abajo” se intentó apuntar a que el término “los de abajo” no se refería solo a los obreros ni solo a aquellos que se declaran de izquierdas. No te olvides de que a veces, personas que se tienen por izquierdistas dicen a otras que también se tienen por tales que no de ninguna manera lo son y al revés… Y eso, la verdad, es un lío.
Pero eso lo de “los de abajo” todo el mundo lo entiende y entiende que entre los de abajo no solo hay obreros e izquierdistas, sino también feministas, empleadas de hogar sin ideología, parados y paradas de larga duración, jóvenes sin su primer empleo, víctimas de violencia de género, grupos LGTBI, ecologistas, animalistas… y creo que es a eso a lo que se refería Errejón cuando hablaba de “transversalidad” de los de abajo.
Si profundizamos un poco sobre esa transversalidad, nos damos cuenta enseguida de que todos los de abajo tienen en común ser víctimas del capitalismo y de su hermano gemelo, el patriarcado. Así que, mientras la izquierda acaba de encontrar un consenso sobre sí misma, habrá que seguir defendiéndose del capitalismo y esa taxonomía de “arriba” y “abajo” es lo suficientemente gráfica para ser útil.