
Ayer en el Colectivo asistí a un intercambio de argumentos imposible en el que cada parte oía sin entender porque se enfrentaban dos paradigmas diferentes. El motivo de la discusión era una cuestión menor que se convirtió tras un rato en un enfrentamiento vital, un uso del lenguaje divergente, unos aprendizajes opuestos. Las dos partes no se entendían. Yo las entendía a las dos pero estuve callada porque comprendí que no tenía nada que decir y sí mucho que reflexionar.
O sea, casi me explota la cabeza cuando me di cuenta de que estaba en medio de un enfrentamiento entre jóvenes y viejas. Y yo no soy ninguna de las dos cosas. Las unas, mujeres mayores que llevan décadas en la lucha política, en partidos y sindicatos y que se mueven en el imaginario de la izquierda de táctica y estrategia: tengo claro qué quiero conseguir pero voy aprovechando todos los resquicios del Sistema para ir avanzando posiciones y consiguiendo mejoras. Las otras, mujeres jóvenes antisistema que no están dispuestas a ser posibilistas porque es una renuncia y que no quieren mancharse con el contacto con el enemigo, las instituciones, lo normativo, todo eso les es ajeno y les crea incomodidad.

Las viejas aportan organización y pragmatismo y muchas horas de vuelo y lucha. Las jóvenes ,espíritu crítico y rapidez, dominio de las redes, capacidad de convocatoria. Pero no se entienden. Presuponen intereses espurios en las otras. Se ofenden con la radicalidad de las contrarias.
Luego podemos pensar que opinan diferente sobre esto o aquello porque unas y otras han hecho lecturas distintas, pero la discusión sobre cómo se organiza el Movimiento Feminista es más profunda, es experiencial, es una batalla de las jóvenes por matar a la madre y de las viejas por no dejarse morir. Las jóvenes, paradójicamente, tienen prisa, no quieren esperar. Las viejas, llevan tanto tiempo esperando que saber tejer la paciencia divinamente.
Y ahí estaba yo, en medio del fregado, curiosa y triste. Me fui cuando ya no podía más y las dejé discutiendo. Espero que a ninguna se le haya roto el corazón. Ya me enteraré.

Y todo esto ¿cómo se lo cuento a mi vecina? No veas lo difícil que es hacer barrio.