Querido diario, la activista y el sexo no se llevan bien.

El sexo no me interesa. Así de rotundo. Es un tablero de juego en el que no quiero volver a jugar. Al menos con varones. Me he cansado. Me resulta monótono y repetitivo y a ellos les funciona mucho el gen egoísta. Y además, no quiero decirles qué es lo que me gusta, no me fío. Y, por otra parte, estoy tan cansada y con tanto estrés que ni me planteo otro erotismo que no sea el de meterme entre las sábanas frías.

El otro día creí que me había enamorado porque hay una compañera del colectivo que me gusta como habla, como se mueve, como sonríe y espero ansiosa a que haga su aparición en las reuniones.

Pero al imaginarme sexo con ella la verdad es que no me puse nada. ¿Eso puede ser amor? ¿Querer estar con un persona que te encanta pero sin sexo?

Menudo dilema. Bueno, ella es hetero así que nada. Claro que yo he sido hetero hasta ayer por la tarde cuando la vi por última vez y me emocioné soñando con que nos pintábamos con spray morado el barrio entero ,ella y yo, solas y felices, huyendo de los municipales a la carrera cogidas de la mano. Me he puesto cursi.

Veremos en la próxima cita qué emociones despierta en mí este amor platónico que me he echado.

Creo que me estoy volviendo majareta, ¿será una subida de estrógeno? Tengo que preguntar a mi ginacóloga, esto y por qué no me excita la idea de follar.

Me voy a ver una serie a la tele. El remake de Sabrina la bruja que me tiene enganchada.

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