(El poeta). Pienso en un poema que siempre me ha conmovido, un poema en el que la emoción desplaza a la belleza formal de los intelectuales, para tratar de llegar directamente al corazón de la gente.
Me refiero a ”La poesía es un arma cargada de futuro” de Gabriel Celaya (Hernani, 1911-1991), un poema que maldice a los supuestos neutrales que se amparan en la cultura para permanecer al margen del compromiso colectivo.
Y me parece que todo ello viene muy a cuento en las próximas elecciones, donde tomar partido se traduce, sencillamente, en ir a votar.
No veo por ningún lado la estética de escabullirse individualmente tras una supuesta superioridad intelectual para decir que todos los políticos son iguales, que son zafios y que votar no sirve.
Otra cosa es que dispongas de una burbuja confortable en la que refugiarte, porque entonces sí, entonces podrás permitirte el lujo de lavarte las manos y eludir tu responsabilidad.
No se puede olvidar que somos responsables de lo que votamos, pero también lo somos de las consecuencias de no votar. Especialmente de las consecuencias que la abstención tenga para las personas más desfavorecidas.
Por eso hoy, querido diario, deseo confiarte algunas estrofas del poema de Celaya para reivindicar la necesidad de tomar partido el próximo domingo, partido para los y las vulnerables y para nosotros mismos, para que nunca más nadie pueda impedirnos decir que somos quien somos y decirlo alto, claro y sin miedo.
Votar no será suficiente, pero sí es necesario.
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más allá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas
Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto y canto, y cantando más allá de mis penas personales, me ensancho, me ensancho.
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