Esculpía la figura. Luchaba contra la materia. Perseguía el imposible. Sus ojos brillaban cuando veía la obra de los maestros. Se aventuraba en busca de los manuales primigenios donde estos aprendieron. Invertía su tiempo y su dinero. Pero la luz tornaba en gris al mirar su propia obra. Siempre hallaba alguna imperfección. Nunca era suficiente, siempre había algo que quería mejorar. Su escultura era su piedra de Sísifo. Cuatro décadas después aun seguía persiguiendo esa obra que iluminara su satisfacción.
Reivindicó su voz propia para llenar el folio en blanco. Confrontó al padre que le deseaba un oficio más seguro. Aguantó la censura y el señalamiento popular de quienes preferían cruzar la calle a cruzarle la mirada. Persistió y acabó llenando miles de folios de mundos antes inexistentes. Su padre, al final, debió reconocer que el hijo tenía razón. Lo fácil, no siempre es lo mejor.
Aprendió a perder todas las semanas. Era parte del juego, solo podía ganar una. Aceptó la derrota, aceptó el fallo. Falló, perdió, pero no por ello dejó de sumar victorias. Muchas de ellas silenciadas, eclipsadas por logros mayores conseguidos por otros. Aceptaba las normas del juego fuera de la pista, ella sabía el mérito de sus victorias. Sabía todo el sacrificio que había detrás de ellas.
Siempre quiso ir más allá de la explicación del titular. Por ello salió de la redacción. Por ello se acercó al lugar de la desgracia. Por ello, se fue hasta el lugar de partida del cayuco. Por ello, se instaló en otro continente. Tuvo que empezar de cero, tuvo que desaprender, tuvo que borrar las preconcepciones occidentales, tuvo que combatir las dudas sobre el sentido de lo que hacía. Él es un altavoz. Él es un traductor de las historias ajenas. Él es un eterno aprendiz.
Cada proyecto suponía más presión. Lejos quedaba la inconsciencia de ese primer gran trabajo que los llevó hasta Hollywood. La experiencia era un grado, pero también una responsabilidad. La responsabilidad de ameritar la elección, la responsabilidad de subir un nuevo escalón. Razón por la cual al recibir un premio a su trayectoria sonreía al mirar hacia atrás más reivindicaba que aun quedaba mucho por delante.
El castigo surtió efecto. Fregar platos le otorgó una vocación culinaria. No obstante, a diferencia de lo que hoy creen sus jóvenes aprendices, el camino hasta chef ejecutivo estaba lleno de aristas. Horas y horas de esfuerzos. Sacrificios no siempre recompensados. Aprendizaje y consistencia en busca del desarrollo personal. Perseverancia para llegar a una cima que una vez alcanzada reveló ser una meta volante.
Leyó a la fotógrafa decir que “en la ilusión de inmediatez que vivimos actualmente no nos damos cuenta del tiempo y el esfuerzo que llevan los cambios”. Escuchó al cantautor sobre lo ridículo de quienes escriben sus memorias antes de haberlas vivido. Recordó al actor de esa película con nombre de síndrome o de capital de país europeo y su expresión acerca de esa generación que lo quiero todo rápido y lo quiere ya.
Pensaba sobre los resultados inmediatos. Sobre el absurdo de querer completar la maratón en el kilómetro uno, de terminar el puzzle en la décima ficha, de ganar el partido o subir la montaña sin sufrir, de superar la enfermedad antes de tomar el primer medicamento, de construir la casa antes de poner el primer ladrillo, de tirar el boceto a la basura con la primera adversidad. Pareciera que el aprendiz quiere matar al padre en el día uno porque cree que su curso online de dos días ya le ha convertido en un maestro. Pensaba sobre la incapacidad de demorar la gratificación.
Demorar la gratificación habla de que esa gratificación llegará. Pero a veces no ocurre así. En ocasiones nunca llega llega esa gratificación que se alimenta de los otros. Es cuando se debe aprender que la gratificación está también comenzar, en intentarlo. En intentarlo todo el tiempo.
Saludos, querido amigo.
Si se demora, siempre es bienvenida la gratificación. Si no llega, el tiempo demostrará que la gratificación está en la experiencia y en la valoración de cada experiencia como aprendizaje. Gracias por tus reflexiones, querido Pedro.