Simone Weil ingresa en la Ecole Normale Superior de París con la calificación más alta, seguida por Simone de Beauvoir, donde estudia filosofía y literatura clásica, y se gradua a los 22 años. Entonces comienza su carrera docente. En su primer año ya es transferida del liceo donde trabajaba por encabezar una manifestación de obreros despedidos, a los que había donado todo su sueldo. Quiere vivir la experiencia obrera y a los veinticinco años, abandona su labor en la docencia y durante dos años trabaja como obrera en la fábrica de Renault, hasta que una pleuritis la obliga a dejarlo.
Años después, Simone de Beauvoir recordará sobre ella: «Me intrigaba por su gran reputación de mujer inteligente y audaz. Por ese tiempo, una terrible hambruna había devastado China y me contaron que cuando ella escuchó la noticia lloró. Estas lágrimas motivaron mi respeto, mucho más que sus dotes como filósofa. Envidiaba un corazón capaz de latir a través del universo entero».
Sindicalista revolucionaria en la educación, trabaja a favor de la unidad sindical y escribe en la revista La escuela emancipada. Antiestalinista, participa desde 1932 en el Círculo comunista democrático del historiador y activista Boris Souvarine. Con veinticuatro años conoce, en la casa de sus padres en París, a León Trotsky, con quien discute a gritos durante la noche vieja de 1933, sobre la situación rusa y las impropiedades del marxismo.
Finalmente llegará a pensar que sólo es posible un reformismo revolucionario: “los pobres están tan explotados que no tienen la fuerza de alzarse contra la opresión y, sin embargo, es absolutamente imprescindible que ellos mismos tomen la responsabilidad de su revolución. Por eso es necesario crear condiciones menos opresivas mediante avances reformistas para facilitar una revolución responsable, menos precipitada y violenta”.
El viaje a Alemania
Estudia la explotación de la economía capitalista en la que no hay derechos, libre albedrio ni imaginación posible. Cuenta su biógrafa que asiste a una proyección de la película Tiempos modernos de Charles Chaplin, y admira la fidelidad con la que se retrata el sometimiento de los obreros a las máquinas y en general, las condiciones infrahumanas de la vida en las fábricas, y que después desarrollará en sus escritos.
También había visitado Alemania como corresponsal de la revista francesa Propós y observado en 1932 la persecución racial e ideológica de los nazis, la resistencia comunista o la confluencia de ambas ideologías en asuntos económicos o en su concepción del partido único. Devota obrerista, tratará de explicarse la razón por la cual los trabajadores alemanes apoyaban al régimen nazi. Entonces, escribirá con lucidez sus presagios de la deriva siniestra a la que se dirigía ese país. Tras este viaje, será su participación en la guerra española lo que más marcará su vida y su pensamiento posterior.
El viaje a España
Su voluntad de acción la obliga estar presente en los lugares de máxima tensión de su tiempo. En agosto de 1936 viaja a España, unos meses antes que George Orwel. Uno y otro sienten en ese momento que en España también se decidía la lucha contra el fascismo y el futuro del mundo. A la joven Simone le parecía inaceptable estar en París escuchando las noticias que llegaban desde España, donde tenía amigos y una gran simpatía por el movimiento anarquista español. Amigos de la FAI y del POUM, a los que ya había conocido durante una anterior visita a Barcelona tres veranos antes, cuando tenía 24 años. Según su biógrafa y amiga, Simone Petremont, la joven Weil, aunque siempre aborreció el contacto físico, se interesó entonces por la vida nocturna de Barcelona, sus cabaret, los paseos en barco o las corridas de toros, aunque no se sabe si por diversión o por redención.
En agosto del 36, Simone llega de nuevo a Barcelona, pero esta vez con una acreditación de periodista para entrar en territorio franquista y encontrar a Joaquín Maurín, uno de los fundadores del POUM, amigo suyo y desaparecido en el frente meses antes. Pero no lo consigue. Al ser rechazada se enfunda en el mono azul para afiliarse gracias a sus amigos anarquistas como miliciana en la columna Durruti.
Pero su torpeza física, su idea del “malheur”, la mala suerte, la harán terminar pronto este viaje. Poco después de llegar al frente de Aragón, en Pina de Ebro, sufre un fatal accidente con quemaduras de aceite hirviendo en el pie. Deberá regresar a Barcelona tras pasar unos días recuperándose en un sanatorio de Sitges.
Atemorizados, sus padres viajan a Barcelona para llevársela a casa y la buscan sin dar con ella. Preocupados por la salud de su hija, se sitúan día y noche frente a la sede del POUM en las Ramblas esperando que llegaran los convoyes procedentes del frente. Días después, a finales de septiembre, la encontrarán y la harán regresar con ellos. Su participación en la guerra civil española comienza el 10 de agosto y finaliza el 25 de septiembre.
Pero esta experiencia española influyó decisivamente en su pensamiento y su visión de la guerra y el compromiso pacifista que luego va a desarrollar. No regresó a su país con una visión reconfortada de España. En sus escritos subraya el horror que había visto, su desánimo. No fueron los cadáveres lo que le pareció más intolerable, no soportaba la actitud de sus compañeros cuando narraban su participación en los crímenes. Nadie expresaba repulsión alguna o disgusto, al contrario, sus acciones eran bravuconadas que se jaleaban. Se negó siempre a subordinar su pensamiento a los lugares comunes, a lo que esperaban los demás de ella.
Entonces abandonará la izquierda militante y replanteara toda su visión del mundo, tal y como recogió en su célebre carta de 1938 a Georges Bernanos. Simone escribe a Bernanos porque es su contrafigura. Un francés católico conservador en Palma de Mallorca que abdica del bando nacional español por los mismos motivos que ella había sentido en el otro bando: el horror a guerra civil, las atrocidades cometidas por los militares sublevados y de la Iglesia, por encubridora.
(continuará mañana)
Un pensamiento en “Simone Weil. La voluntad de la acción (2)”