Terminé el post anterior pidiendo reflexión sobre la consulta electoral porque como siempre, habrá sorpresas. Ni siquiera sabemos si será fácil distinguir entre si habrá representaciones suficientes para que España siga la corriente de esa parte de países europeos, antieuropea, xenófoba y regresiva; o de los países que precisamente resisten y hacen frente a esas posiciones retrogradas mirando al futuro.
Lo cierto es que España siempre ha dado la espalda a Portugal, un país vecino al que siempre ha mirado con recelo, tanto desde las instituciones como desde los propios ciudadanos. Sin embargo, este país siempre ha envidiado a Italia y ha tratado de imitarle, aunque con mucho retraso. También ahora, las derechas españolas tratan de reproducir la fórmula de gobierno que en ese país se impuso el pasado mes de junio, mientras que la izquierda mira de reojo la experiencia portuguesa. Esta es la polarización del 28 A.
Pero mientras tanto no sabemos si esa reflexión necesaria se ha producido en la opinión pública española. La semana se ha resulto con debates televisivos que han obtenido altas audiencias de público de hasta 9 millones de espectadores, con la suma de las cuotas de todas las cadenas de emisión. Nunca se había producido nada parecido y su capacidad decisiva en los resultados electorales está por ver el domingo. Aunque también alguna noche después el estreno de Supervivientes con Isabel Pantoja en otra cadena batió récords de seguimiento con cinco millones de espectadores.
Debates y shows televisivos han consagrado la hegemonía de la posverdad, ámbito en el que los hechos objetivos y los razonamientos influyen menos en la conformación de la opinión publica que la apelación a la emoción y a las creencias personales. Los debates televisivos nos han reiterado que la deformación interesada de los hechos para influir en la opinión pública ya está asumida por la nueva clase política. Hemos comprobado como para disputar los votos del otro la intoxicación se ha convertido en algo recurrente e impune. Todo ello amparado en las redes de cuentas falsas, bulos y fakenews financiados por los partidos populistas y la extrema derecha para extender deliberadamente la desinformación. La conclusión no puede ser más pesimista: Suggestio falsi suppressio veri, como sentencia un amigo.