China, disculpa mi ausencia de respuesta a tus dos misivas, ambas muy poéticas e interesantes. Estaba ocupada destilando amargura por todos los poros. Voy a contarte mis reflexiones ante lo leído, aunque nada dulce puede salir de mis manos en estos momentos.
Comparto contigo que la vocación social sólo puede ir encaminada al otro, a mi semejante y que eso conforma la única ética personal posible. Por eso sigo siendo comunista, aunque en mis discusiones con Isabel este sea un punto de discrepancia. Pero esta conciencia de pertenencia a lo humano no me impide que desconfíe, en el momento presente, de los individuos e individuas, tomados de uno en uno. Mi ingenuidad y mi creencia en la bondad a priori de quienes me rodeaban me ha jugado muy malas pasadas y me he encontrado con hombres y mujeres que carecían completamente de honradez intelectual y moral. Y eso me ha golpeado y me ha hecho sufrir. También las “distracciones” de quienes te aman mientras te necesitan.
No te voy a decir que me creo a mí misma un dechado de virtudes, soy una persona un tanto difícil, algo ensimismada y un poco narcisista. No me reconozco en quien fui y, a veces, en quien soy. O sea, que, a estas alturas, sigo buscándome a mí misma y tratando de quererme tal cual.
Mi autopregunta es ¿pero sé querer?. Y esto me remite al amor romántico que tú defiendes en un ejercicio de deconstrucción de los géneros que me ha resultado muy bonito. ¡Qué envidia me das!
Por romanticismo me encuentro arruinada y sin poder retirarme a la vida contemplativa. Por romanticismo no he sabido encontrar una pareja que me acompañe en el declive inevitable, por romanticismo, yo, feminista de toda la vida, me empeñé en construir una familia bajo la mística de la feminidad y, claro, me salió fatal.
China, a ti te salva la aventura. Te gusta jugar, arriesgar, la mutación, lo imprevisible. No me digas que no. Encuentras satisfacción en el reto y el peligro de la pérdida. No eres nada pequeñoburguesa China.
Sé que andas por ahí metida en un berenjenal, una vez más. ¿Cuándo vas a escribir sobre ello?
Me gusta tu relato. ¡Somos tan distintas!
Un beso amiga y hasta pronto.
Sólo puedo decir que la apuesta por el romanticismo también es una apuesta por la aventura, un riesgo y un viaje hacia lo impevisible