“Hay que afrontar un mundo lleno de peligros para los que no estamos preparados. No entendemos aún lo que está pasando”. Es una reflexión de Svetlana Alexievich de cuya sabiduría pude disfrutar hace unos meses en directo. La escritora bielorrusa hablaba de cómo cuando ocurrió Chernobyl la gente no sabía lo que estaba pasando y reaccionaba en base a su desconocimiento con actos que desde la perspectiva actual parecen inexplicables. El problema es que fácil saber el final de la película cuando se ha acabado, pero no tanto cuando recién comienza o se está desarrollando.
Es obvio que la reflexión me llevó a lo que está ocurriendo con la crisis climática y que ha vuelto en una semana donde hasta el tubo de escape más contaminante quiere apuntarse al verde. Son varias las ramas que abordar para poder afrontar con garantías el problema. Una de ellas es el tomar conciencia. Es fácil tres décadas después, tumbado en el sofá de tu casa viendo una serie, pensar la estupidez de la gente mirando como arde un reactor nuclear. Pero como ya he dicho el problema es saber ver el final al inicio.
Seamos sinceros, en el fondo es complicado imaginar que vaya a dejar de salir agua del grifo de nuestra casa, que las temperaturas veraniegas se eleven hasta los 50 grados, que desaparezcan ciudades que conocemos al elevarse el nivel del mar o que podamos conocer el desierto sin necesidad de viajar a Qatar. Seamos sinceros, en el fondo una gran mayoría de la población sigue creyendo en la superioridad por orden divina del ser humano, dueño en exclusiva de un planeta que nunca le abandonará.
En el fondo creemos que es como esa anécdota de telediario donde nos dicen como hemos llegado al día en el que se inspiraba esa famosa película de ciencia ficción y como el apocalipsis que esta profetizaba no ha llegado. Cuesta temer a lo que cuesta concebir como real. Es una de las consecuencias de nuestro ensimismamiento en el presente, ese que nos hace olvidar el pasado y nos aleja de intuir el futuro. Total, si el apocalipsis llega siempre podremos culpar a un tercero.
A ese respecto, una de las últimas predicciones apocalípticas en formato audiovisual aun sigue resonando en mi mente un mes después de finalizar su visionado. “Years and Years” o como hacer una distopía en el presente dando una forma realista a los miedos. La serie británica te interpela golpeándote en el estómago. Estremecedora es una vuelta de tuerca a las imágenes de personas ahogándose en alta mar. Los números dejan de serlo no solo para individualizarse en alguien concreto sino en tu hermano. Un imposible para un occidental porque a mi hermano no le va a pasar eso. Es algo inconcebible pero la serie te lo muestra y remueve tu conciencia, sí la tienes.
Durante seis capítulos interpela a tu creencia de invulnerabilidad, a la equidistancia respecto a lo que no puede pasar y sobre todo a la falta de autocrítica personal. “Todo lo que ha ido mal es vuestra culpa”. Es la sentencia con la que el personaje de mayor edad arranca un duro discurso donde confronta a toda su familia con su responsabilidad individual en los hechos. Y es que quizás si podamos hacer algo. Quizás sí podamos tomar conciencia. Quizás podamos cuestionarnos un poco. Quizás podamos intentar adivinar el final. Quizás.