En las Fiestas Navideñas se desarrolla todos los años un ritual de falsa armonía que no siempre termina bien. No es mi caso, que este año conseguí sobrevolar una agria discusión con mi cuñado, un joven que cuenta en su haber con un MBA en no sé qué Instituto con prestigio.
Pues bien, dado que mi hermana pequeña está embarazada de su primer hijo surgió como tema de conversación los meses de permiso por maternidad y paternidad que los progenitores podrán disfrutar en 2017. La idea era, añadiendo a los permisos las horas de lactancia, retrasar al máximo la entrada del recién nacido en la guardaría.
Mi cuñado, esposo de mi otra hermana, señaló entonces que todos esos meses que contábamos con entusiasmo corrían a cargo de la empresa y tras señalar que eso era un problema para la rentabilidad de tan importante institución hubo un rifirrafe que se desarrolló más o menos como sigue
-Pero la empresa también tiene que contribuir al desarrollo social…-dijo mi hermana pequeña, justificando la contribución empresarial
-Yo solo he hecho notar una hecho, nada más-repuso mi cuñado con frialdad
-Ya, pero la sociedad necesita que aumente la natalidad y las mujeres ya no están por la labor de cargar con todo-repuso la embarazada.
-Pero la empresa no tiene la culpa de eso-respondió él en el mismo tono gélido de antes-, su única función, su único objetivo, es ganar dinero… y para ser exactos, ganar el máximo dinero posible.
-Y, por supuesto-intervine yo-, esa cantidad que se propone ganar la empresa es inversamente proporcional a la que paga a sus trabajadores, claro
-Ya salió eso…
-Hombre, hasta ahora sin trabajadores no hay modo de que los empresarios ganen dinero, ni poco ni mucho.
-Y sin empresas, los trabajadores no tendrían qué comer.
-Escuchándote solo puedo dar gracias de que existan los sindicatos- intervino de nuevo mi hermana pequeña-aunque ya se que a ti te parecen instituciones caducas y corruptas…pero gracias a ellas y a la unión de los trabajadores la explotación más vil está un poco controlada…
La conversación siguió por esos derroteros; todos metieron baza y unos se enfadaron con otros, pero yo me abstraje meditando… reflexionando sobre la empresa como célula de la sociedad que conocemos…y me estremecí pensando en ella en los términos en que se había expresado mi cuñado.
Pero tenía razón, eso es la empresa y esa institución es probablemente lo más parecido al corazón de nuestro mundo, un órgano que, según nos dicen, puede acabar con nosotros si deja de latir. Es por ello que corremos a rescatarla a cada paso.
Y me vino a la cabeza la conversación que había tenido unos días antes con un amigo progresista que, sin embargo, ante la ausencia de alternativa defendía el sistema capitalista, como único horizonte posible.
Y semejante dilema me llevó a reparar en el año por cuyo advenimiento nos proponíamos brindar, el año en que nos hartaremos de recordar una revolución que cien años atrás acabó en medio mundo con ese sistema capitalista que ahora nos parece la única forma de vida posible.
Y no, no me apresuraré a decir que el sistema que alumbró esa revolución fue, al menos, tan malo como el anterior. No lo haré porque me aburre tener que reconocer lo obvio una y otra vez. Aunque sí, opino que casi desde el minuto uno, ese sistema se pervirtió de tal modo que tras inspirar conquistas importantes para la humanidad, acabó feneciendo tras prolongar su agonía por décadas… hasta morir entre estertores de desilusión para muchas personas de izquierdas, dolor y oscuridad para aquellos de entre los izquierdistas que osaron plantarle cara en su terreno y franca alegría para los demás, sellando el fin de una era y el comienzo de la posmodernidad.
Pero una vez muerto y enterrado, el comunismo nos ha dejado algunas verdades notables, un rostro autoritario y a veces terrible y una herencia que tal vez no debamos rechazar totalmente.
La importancia de lo colectivo como único medio para oponerse al poder, a todos los poderes, forma parte, entre otros, de esa herencia… y alejar toda ilusión de que el capital renuncie por sí mismo a acumular a nuestra costa cada día más riqueza, también forma parte de ella.
Porque ahora sabemos que el poder de las grandes industrias armamentísticas, farmacéuticas, químicas, alimentarias, energéticas…así como de las entidades financieras que se mueven a su alrededor, no se limita a explotar a los trabajadores a los que puede que en un futuro ni siquiera necesite…
Ahora sabemos que es la propia vida humana sobre el planeta lo que está en peligro, que los movimientos sociales que se mueven en torno a la ecología, el feminismo, numerosas ongs… aportan más alternativas reales que los propios partidos políticos…y que una democracia refundada habrá de ser un fin y no un medio para construir una nueva teoría que nos sirva de instrumento para oponernos al capital y sus guardianes con una perspectiva más amplia que la que contemplaba el marxismo.
Pero recordé las palabras de otra amiga que reprochaba a la posmodernidad un individualismo peligroso. Y volví atrás, regresé a la necesidad de reivindicar una lucha colectiva sin la cual nunca podremos derrotar al capitalismo… y alcé mi copa por el centenario.
Querida amiga, leo con intres tú reflexión navideña en torno a la revolución de octubre. Aunque de forma romantica nos parezca una pagina destacada de nuestra historia contemporánea, ahora no se me ocurre nada que permanezca en nuestro medio por herenc de la misma. Si no el estalinismo y el aectarismo que aun podemos apreciar en muchos comportamientos de las formaciones de izquierda que sobreviven. Ha dejado mas por el progreso de la civilización Olof Palma, y el modelo sueco de sociedad, que la revolución rusa. Sa revolución no acabó con el capital, sino que lo reforzó socialmente.
Y sobre el fin de la izquierda, cuando los demas te fallan y no puedes contar con ellos, porque evolucionan en opuesta dirección, solo queda la libertad del individuo. Eso ya lo descubrieron los padres de este blog colectivo, esos que citamos en nuestro manifiesto.
Lo que me pregunto, Mario, es si la socialdemocracia con Olof Palme a la cabeza, habría tenido éxito si no hubiera sido precedida por la revolución de Octubre.
Por otro lado, la propia sociedad del bienestar se tambalea tras un éxito parcial que no ha sido capaz de consolidar ni acrecentar.
Pero bueno, sigue vigente la necesidad de cambiar las cosas , desde la reflexión individual o desde la acción.
Y por último, no olvidarse de que este blog tiene padres ilustres, pero también tiene madres, je, je
Amigas, amigos, el miedo al poder del “socialismo real” contribuyó enormemente a que la oligarquía mundial se viera forzada a negociar con sindicatos y trabajadores y se le pudiera arrancar al capital, después de la II Guerra Mundial, las conquistas del estado del bienestar. Por otro lado, no estoy de acuerdo en que la posmodernidad sea lo opuesto a la Revolución Rusa sino a la Revolución francesa que instauró la modernidad en lo político, lo social, lo histórico y lo cultural. La angustia de la izquierda, que comparto al cien por cien, es la desolación de verse traicionados por un supuesto socialismo que prefirió el glamour del poder a la emancipación de las personas. Pero no todo está dicho. ¿Hay algo más potente que Igualdad, Libertad y Fraternidad/Sororidad? Debemos aprender de la Historia pero no estoy de acuerdo en liquidarla. Tampoco me parece incompatible cambiar las cosas desde la reflexión y la acción individual y desde la reflexión y la acción colectivas. Creo que ambas se necesitan.
Dentro de poco hablaremos de las Madres Emancipadoras.