La aspiración humana de no morir también es mi aspiración.
Vivir para siempre es un viejo sueño de la humanidad que impregna la esencia de la mayoría de las religiones, las expresiones artísticas de los humanos desde tiempos remotos e incluso la idea misma de conocimiento.
Y se trata también de una de mis aspiraciones más antiguas, asociada directamente a la conciencia de mí misma.
Una aspiración que me hace recordar mis primeros años de juventud cuando empecé a pensar en estudiar Medicina empeñada en especializarme en geriatría, algo que asombraba sobremanera a los que me rodeaban.
Pensaba entonces que tal vez desde las disciplinas que se ocupaban de la vejez, podría luchar contra la muerte. Una lucha inexorablemente unida a la biología (la religión nunca fue una opción para mí), al conocimiento de los organismos vivos y los misterios que encierran sus células y especialmente las neuronas, cuya forma de organizarse en el caso de los humanos es capaz de generar nada menos que el “yo” (la consciencia). Por eso no tardé en encandilarme también con la psiquiatría, vivamente interesada en saber algo sobre el funcionamiento de la mente humana.
Lo cierto es que no terminé estudios ni de lo uno ni lo otro y me dediqué a otras cosas, con algunas de las cuales, y aunque de una manera difusa, seguí acariciando cierta idea de trascendencia (sea eso lo que coño sea).
Porque confieso que nunca dejé de sentir ese deseo inicial de vivir para siempre, jugueteando con la idea de que no había por qué aceptar la muerte como algo inapelable (especialmente cuando en una sola vida no tienes tiempo para nada).
Una vida imaginando
El caso es que cuando tuve acceso a mi primer ordenador y ocasión de conocer algunos rudimentos de programación, quedé fascinada con el invento e imaginé que yo bien podía transformarme en un ordenador al que le fuera transferida mi mente previamente digitalizada. Eso planteaba muchos problemas (no se me ocultaba la dificultad casi irresoluble de replicar el yo de un ser humano) y suponía, además, enormes limitaciones para la vida tal como la conocía…pero la idea me parecía un buen punto de partida.
Después llegaron los avances en el estudio del genoma e imaginé que se habría otro camino hacia la prolongación de la vida que (simplificando mucho, muchísimo), consistiría en alterar los genes humanos para “desprogramar la muerte” es decir, para de alguna manera “eliminar” la muerte de nuestro código genético.
No estaba nada mal, pero aún aparecería otro avance que vino a añadir posibilidades a mi aspiración. Se trataba de la explorar las las células madre que podrían recrear y sustituir paulatinamente los órganos y tejidos dañados o envejecidos de los cuerpos humanos (ahora se apunta a la impresión 3D como nueva opción) prolongando así su vida de forma indefinida…
Y como esto, un festival de novedades en las revistas científicas que apuntaban hacia nuevos escenarios para la vida humana.
El camino de la tecnología, a su vez, seguía avanzando en paralelo desarrollando la robótica, la inteligencia artificial, la machine learning, la impresión 3D, los hologramas, los bots…. etc. etc.
Las ciencias adelantan que es una barbaridad
Pero mientras yo imaginaba e imaginaba, otros no solo lo hacían sino que, además, investigaban, e incluso ponían en marcha proyectos específicos sobre la vida eterna
Por otro lado, muchos otros seg uían haciendo ciencia ficción, convirtiéndose a través de ella en la vanguardia del futuro, como se había hecho siempre. Y algunos más teorizaron sobre los nuevos escenarios de la vida humana participando en movimientos o corrientes como el posthumanismo, el trashumanismo o la postbiología.
Los apasionantes retos pendientes, según yo.
Con este recorrido, resumido y simplificado a tope, he querido llegar rápido al presente para fijarme en los asuntos pendientes que verdaderamente me interesan, a saber:
La consciencia y su capacidad de “emigrar”, como elemento sin el cual la vida eterna no es posible;
La humanidad como especie fallida para sí misma
Las distintas formas de realidad: las capacidades desconocidas de nuestra mente y las posibilidades (deseables o no) que ofrece el desarrollo científico tecnológico (me refiero a asuntos como las mentes colmena, el intrincado mundo de los duplicados de uno mismo etc, etc).
Y por último (o quizá lo primero), el establecimiento y garantía de un marco ético que nos permita avanzar sin demasiados desvaríos.
(Continuará…)
A modo de explicación rápida, recordaré dos citas contenidas en los links que acompañan a este texto:
“El transhumanismo ha sido definido como “un movimiento cultural, intelectual y científico que afirma el deber moral de mejorar las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana, y de aplicar al hombre las nuevas tecnologías, para que se puedan eliminar aspectos no deseados y no necesarios de la condición humana, como son: el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento y hasta la condición mortal”
“Todo parece indicar que la humanidad avanza inexorablemente hacia el transhumanismo. Que la culminación del transhumanismo, es el posthumanismo. Y que la culminación del posthumanismo nos lleva a la postbiología”
Pero si te interesa este tema y quieres seguir leyendo lo que publicaré en los días siguientes, te recomiendo que leas el artículo publicado en El Diario.es:
Vivir para siempre en un robot: conoce a los científicos locos detrás de esta utopía