Y sin embargo, a pesar de lo publicado hace unos días en relación con el libro El buen entretenimiento, me sigo preguntando por el significado de las manos grabadas con pigmento indeleble en decenas de cuevas prehistóricas.
Mucho antes de los griegos o del cristianismo, antes de la oscura Edad Media, del Papa de Roma, de Buda o de Confucio; mucho antes de Oriente y Occidente, algunos seres humanos sintieron el impulso de dejar su huella en paredes de roca a resguarda del frío, la lluvia y el viento.
¿Se trataba de un entretenimiento artístico o simplemente gamberro?
¿De un mensaje, tal vez?
De ser lo segundo, bien podría tratarse de un primer empeño humano por dejar constancia de una existencia individual.
Como sugiere Yuval N. Harari en Sapiens, puede que los que plasmaron esas imágenes quisieran trasmitir un estremecedor “yo estuve aquí” llevados por un firme deseo de perdurar y puede que eso, a la postre, tenga algún significado.
Por eso, sea o no trascendente ese posible significado, no deja de ser imprescindible averiguar de qué se trata.
Y por eso, me digo, para todo hay un “sin embargo”.