Diálogos en la enésima fase.

Como se acerca la exposición que os he venido anunciando en las últimas semanas, he pensado que tal vez os interese echar un vistazo al dossier que hemos preparado sobre la misma. Más allá de la introducción que la presente entrada al blog reproduce, puede que os interese conocer cuáles serán las obras concretas que colgarán en las paredes del garaje Vistahermosa. Pinchando aquí -> podréis ver su reproducción y los comentarios que las acompañan. Y a continuación, mi comentario introductorio sobre la propua muestra.

Dando vueltas al título de la exposición, DIÁLOGOS EN LA ENÉSIMA FASE, llegué a pensar que tenía que girar en torno a una idea casi obsesiva que me ha rondado a lo largo de la vida; el pensamiento recurrente sobre la necesidad ineludible de la revolución, revolución que lleva consigo la reivindicación feminista o el cuestionamiento político pero que, como idea, se extiende mucho más allá.

Sin embargo, al fijarme en en la obra titulada Diálogo sin final feliz, descubrí otro punto de vista. Descubrí que había algo inquietante y la vez esclarecedor en esa contraposición entre un comecocos de cartón fabricado por un grupo de niños y la obra de un artista consagrado que es devorada por él. Descubrí que más allá de esta propuesta, toda mi obra es un diálogo constante en busca de alguna certeza o, en su caso, de certificar la muerte definitiva de cualquier certidumbre.

No en vano el arte es para mí un incesante parloteo conmigo misma que, sin conclusiones reseñables, se convierte en una forma de interrogar al mundo con preguntas como: ¿Es el cuadro del comecocos una escaramuza sobre el hecho artístico mismo?, ¿habla del triunfo de lo lúdico?, ¿de la democratización de la cultura?, ¿del desprecio por la belleza y el canon? ¿O es tan solo una expresión contemporánea más de la banalización del arte?
O más aún: ¿puede ese modesto trabajo contarnos alguna historia que merezca la pena?
¿Puede la revolución inspirarnos hoy para no caer en la tentación de la guerra?

Sea como sea, la exposición en su conjunto muestra, al fin y al cabo, los múltiples careos creativos que en este caso discurren, entre otros, sobre el deseo de explorar aquella idea de que el arte, si no molesta, no es arte (de ahí la utilidad de los insectos como metáfora repulsiva, capaz de cuestionarnos).
Pero también sobre la necesidad de contar historias, de rebelarse, de invitar al cambio, de explorar nuevos caminos, de perseguir los sueños… con la seguridad de que aún queda tiempo para tomar nuevas bifurcaciones.

Y sin embargo, puede que la última palabra de estos Diálogos en la enésima fase haya quedado plasmada en el cuadro Metáfora en blanco con el que finaliza. Se trata de una propuesta que legitima la lucha por mantener una voz artística reconocible tanto como su radical inutilidad ya que, al fin y al cabo, como demostró en 1917 Marcel Duchamp junto a Elsa von Freytag-Loringhoven, el arte también puede emerger de un urinario (o de un comecocos de cartón).

¿También de una factoría industrial con decenas de empleados?, ¿de las subastas de la especulación? ¿del amaneramiento y los lobbies? ¿de la marca, el mercado y el marketing? ¿de TikTok y los influencers?

Se trata en todo caso de una lucha cuyo éxito o fracaso solo puede ser certificado por los otros. Por todos aquellos que creen en la identidad de los seres humanos también como entes artísticos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *